| La ruta de un virus Por: EL INFORMADOR 9 de mayo de 2009 - 23:00 hs Esperemos que nuestros amables lectores lejos de extrañarse por el título de la presente colaboración, nos honren con su interés en la continuación segunda del serial; que iniciamos (EL INFORMADOR, domingo 3 de mayo 2009) y en el que describimos origen de ruta de un virus que ha sido agresivo a la economía de los productores ganaderos, tanto como a la salud del consumidor. La salud pública Expusimos de la organización de equipos científicos y la logística que hubo que establecer; así en tal virtud el comité, encabezado por el doctor K. F. Meyer de Berkeley, informó que aproximadamente 20% del ganado del Estado padecía brucelosis y que la pérdida resultante de los abortos que ocasionaba ascendía a dos millones de dólares. Nuestra consideración personal nos lleva a entender cómo las políticas de salud pública llevan el paralelo de la economía; es decir una sociedad que observa el rotor económico alrededor del cual gira el interés y beneficio ciudadano. Con estas cifras, el peligro para la población humana era obvio. Por esta razón se idearon métodos de diagnóstico más exactos en muestras de sangre del ganado y para controlar la enfermedad el Estado emprendió un programa que exigía por ley esas pruebas y el sacrificio de los animales enfermos. En California, tierra de agricultura intensiva y especializada, este método no dio resultado. Los granjeros solían tener vacadas muy numerosas que se mantenían a un nivel de producción lo más alto posible, comprando animales, más bien que por aumento natural. A causa de esto, el método de examen y sacrificio no servía para obtener ganado resistente. En las vacas –declaran los expertos- no existe la inmunidad natural a la enfermedad y es muy contagiosa, por lo que cualquier animal recién adquirido podía propagar muy extensivamente la brucelosis. Las acciones oficiales En aquel momento, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (don Alberto, el contribuyente espera la interacción de la Secretaría a su cargo con la dependencia de la Secretaría de Salud, y esto no solamente en lo que atañe al problema del momento) logró producir la vacuna, pero se necesitaba probarla en gran escala y California parecía el lugar indicado para ello. Se escogió pues para zona experimental que fue el condado aislado de Del Norte, ubicado en el rincón noroeste del Estado y se vacunó a todo el ganado. Un dato por demás curioso, pero interesante es el hecho de que también se seleccionó el ganado de la prisión de San Quintín, cerca de San Francisco, para realizar otra parte del experimento. Al igual que los prisioneros las vacas tampoco tenían ningún contacto con el mundo exterior y constituían ganado ideal para el trabajo. A raíz de este experimento, el Estado aprobó una ley que exigía la vacunación de todas las terneras de la industria de la leche, se modificó mucho el programa de “análisis-sacrificio” y la brucelosis se redujo notablemente. Otros estados siguieron el ejemplo de California y lo mismo hicieron otros países. Sin embargo, todavía quedaba un punto débil en el problema: después de vacunado un animal, la prueba de la sangre resultaba inútil. Como consistía en una determinación de los anticuerpos de defensa presentes en el suero sanguíneo, éstos también se encontraban en los animales vacunados y la prueba salía positiva a la brucelosis, aunque los animales no estuvieran enfermos. El doctor Hugo S. Cameron, microbiólogo veterinario, especialista en brucelosis, desde que obtuvo su doctorado en la Universidad de Cornell, eliminó el problema, demostrando que el suero de la leche se podía utilizar para hacer una prueba. La vacuna no producía anticuerpos en las ubres, pero una infección virulenta afectaba la leche y daba en ella una reacción positiva cuando un animal estaba enfermo. Las armas de la ciencia Con estas armas, California pudo reducir la incidencia de la brucelosis a una cantidad tan baja como un medio por ciento, y se considera ya posible la erradicación completa en lo referente al ganado. Cameron hizo también investigaciones importantes en la brucelosis del cerdo que en el tiempo referente continuaba siendo la fuente mayor de fiebre ondulante en los Estados Unidos, principalmente entre los individuos que manejan la carne cruda. Debido a varias razones, la prueba sanguínea no resultó un método muy útil para diagnosticar la enfermedad en los cerdos y aunque Cameron logró algunos adelantos que sirvieron de algo, la solución mejor consistió en poner en cuarentena a la piara (manada) completa cuando se encontraba que la prueba daba resultados positivos en un solo cerdo, para evitar así que la enfermedad se extendiera. El positivo trabajo en equipo El doctor Cameron y la doctora Meyer trabajaron juntos para identificar las diferentes especies y variedades de brucella y, con la ayuda de la técnica del respirómetro de la doctora Meyer, encontraron 600 diferentes variedades en total. Es lamentable que la sociedad mexicana no tenga la información veraz, proveniente de gente especializada, y así, la alerta del miedo haga que los comunicadores de micrófono e imagen mencionen o se refieran a mutaciones únicamente, sin ir más allá. Este trabajo fue de gran utilidad en Inglaterra, donde la doctora Meyer estuvo trabajando durante seis meses y encontró una cepa muy virulenta que ocasionaba daños muy serios a los animales que la contraían. Se había pensado en llevar a cabo en el país un programa de gran envergadura para sacrificar a todos los animales enfermos. Con las consiguientes pérdidas económicas, pero la doctora demostró que la brucelosis, predominante en Inglaterra, era de una especie que no afectaba a los seres humanos. El país pudo seguir con el método de dejar el problema casi por completo en manos de los mismos granjeros. Con estos antecedentes y experiencia la doctora se embarcó en el proyecto de encontrar alguna solución al problema de la nueva brucella de las tierras de los esquimales (dijimos en la colaboración anterior que el virus se localizó en el cuerpo de un aborigen de Alaska). Era una tarea que tenía que realizar sin abandonar las habituales, puesto que no era una problema específico de California; pero cualquier conocimiento científico nuevo es importante y nunca se puede saber cuándo un problema pequeño de algún rincón remoto del mundo, pueda convertirse en un problema local. Seguimiento científico El primer paso consistió en revisar todos los escritos científicos. Sólo consiguió la descripción de una brucella, encontrada en un reno de Liberia, que tenía puntos en común con el cultivo que habían enviado de Anchorage, pero no existía forma de comprobarlo si no se conseguían muestras para estudiarlas. La comunicación con los rusos, en el terreno científico, era tan escasa que había pocas probabilidades de colaborar en el trabajo. Algunos meses después del envío de Anchorage, la doctora Meyer recibió otro cultivo. Se trataba de una bacteria aislada de un esquimal enfermo en el delta del Río Mckenzie, en el territorio Yukon, y lo enviaban las autoridades canadienses de sanidad. La doctora redobló sus esfuerzos para obtener la ayuda de los rusos a través de la Organización Mundial de la Salud, con sede en Ginebra, del Servicio Público de Sanidad de los Estados Unidos y de otras organizaciones la posibilidad de que la brucelosis del reno siberiano tuviera conexión con los esquimales norteamericanos y canadien ses enfermos, era muy remota, pero quedaba la duda y la doctora Meyer deseaba obtener con urgencia un cultivo de la Unión Soviética para comparar las tres simultáneamente, en condiciones cuidadosamente controladas. No obtuvo ninguna respuesta en Rusia. La casualidad en la ciencia Algunos meses después de este fracaso, encontró otra clave: “Estaba leyendo un ejemplar de la revista “Newsweek” –recuerda la doctora Meyer- y tropecé con una noticia breve acerca de un barco que se había hundido en una tempestad cuando lo llevaban a Filadelfia para repararlo. Era El Bear, navío que utilizó el almirante Byrd en sus expediciones al Polo Norte y al Polo Sur. La última parte del artículo decía que también lo había utilizado el Servicio de Guardacostas de la Marina de los Estados Unidos para transportar renos de Siberia a Alaska, con objeto de aliviar la desnutrición de los esquimales. Recordemos amables lectores que nos estamos refiriendo a la última parte del siglo antepasado, en estos últimos hechos. La descripción de los avatares para ubicar el virus, suscita el interés para que los técnicos que de alguna manera apoyamos la producción del campo, tengamos en su verdadera dimensión los antecedentes de plagas y enfermedades que trascienden la salud del hombre. Confiamos en obtener la venia editorial para continuar en próximas colaboraciones con este serial. ROBERTO SIERRA B. / Ingeniero agrónomo, asesor y consultor. Correo electrónico: ing.sierra@yahoo.com Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones