| La pobreza no es una elección Por: EL INFORMADOR 16 de febrero de 2009 - 23:00 hs En homilía escuché: “Debemos quitar la idea de la inevitabilidad social que pretende justificar que haya ricos, muy ricos y pobres, muy pobres; hay que trabajar para eliminar la creencia de que esta diferencia, de ricos y pobres, se basa en cualidades personales o en elecciones personales… porque nadie es pobre porque quiere y pocos son ricos sin quererlo, sin trabajarlo y, algunas veces, sin trampearlo… porque cuando se parte de esta idea, todo lo que se haga para solucionar el problema de la pobreza será asistir a las personas… asistirlas, no fortalecerlas. Porque lo que se haga desde la visión de que la pobreza es una elección, resultará en la cancelación del individuo por la asistencia y llevará a la mutilación de su integridad, de su libertad”. Entonces, el sueño que me agobiaba cesó para escuchar las palabras de un sacerdote que en la capilla de un pequeño poblado alentaba a los feligreses para que, juntos, trabajaran a favor de los más necesitados. Interesada en el mensaje pensé: un discurso como muchos que he escuchado… Pero me equivoqué, porque al finalizar la misa, el sacerdote nos invitó a conocer lo que llamó “La obra de la comunidad”; caminamos pocos pasos y, de pronto, de entre el olvido: una escuela, bancas rudimentarias que bien lijadas eran la imagen de la limpieza y el orden; en los salones: mapas, retratos de los héroes nacionales, párrafos escritos de manera clara, sin rebuscamientos, con pensamientos de grandes mujeres, de grandes hombres, y en el patio un centenar de niños que jocosos esperaban al médico que, esta vez, venía con la última toma de su vacuna. Mis ojos no creían lo que veían, pero la realidad estaba ahí. Entonces, pensé: claro, el padre les cobra y con eso sale adelante, labor encomiable, pero… pero otra vez, mi escepticismo, resultado de experiencias, tuvo un revés: “¿Por qué no vienen a ver los talleres?”, dijo el padre, sin darnos tiempo a más. “Ahí están las mamás de estos muchachitos, ellas dirigen la cooperativa; vieran qué bien les ha ido, yo sólo les ayudé un poquito con unas personas del mercado de abastos para que les compraran su producción y ellas se manejan solas… vieran qué bien… las que saben leer ayudan a las demás y para finales de este año ya no habrá ninguna que no sepa leer y escribir. Ellas mismas se encargan de mantener la escuela; hay algunas que parecen contadores, todo en orden, todo muy clarito porque les dan cuentas a la comunidad y ahí no se puede mentir… ahí todos se conocen”. Ya para ese momento, la incredulidad dio paso a la admiración. ¿Qué había hecho este sacerdote para lograr hacer realidad la solidaridad humana… qué había hecho para lograr lo que muchos programas gubernamentales no han podido? Y, sin más, experta en entrevistas, pregunté; su respuesta fue de pocas palabras: “Considerarlos como personas capaces, inteligentes, conocedoras de sus problemas y, sobre todo, sumarme a sus decisiones para mejorar… nada niña, sólo respetar su libertad”. La lección fue enorme, y mi petición de regreso a la capilla: que hubiera más sacerdotes como él y menos falta de respeto a los millones de pobres a los que hoy se les niega capacidad y se les da asistencia. LOURDES BUENO / Investigadora de la UdeG. Correo electrónico: lourdesbueno03@yahoo.com.mx Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones