Miércoles, 23 de Abril 2025

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La hora del campo mexicano

Por: EL INFORMADOR

Hablar con un campesino mexicano de origen modesto es una experiencia reveladora para los habitantes de las grandes ciudades. Las historias de vida de estas familias tienen episodios propios de las narraciones más impactantes, ya que sus vidas han transcurrido entre carencias materiales, que llenan con esperanza en la juventud y resignación en la madurez. Las huellas del tiempo son marcadas en la piel y la profundidad de sus miradas profundas que parecen buscar una respuesta que nunca llega.

Muchos de ellos desde hace algunos años tienen a parte de su familia al otro lado de la frontera, los más osados, los mejores se han ido, puesto que en muchas zonas del país la disyuntiva para progresar es “la yerba” o el Norte. Con la migración se ha creado una realidad social compleja que divide familias, permite el progreso de algunos, genera choques en los conceptos familiares, religiosos y de nacionalidad, produciendo en las poblaciones rurales una mezcla permanente de costumbres, desarraigo, esperanzas, emociones que estallan en medio de fiestas que mezclan la alegría con la tragedia.

En este crisol de cultura popular, las mujeres están adquiriendo poco a poco un papel más protagónico e independiente, derivado del abandono de sus primeras parejas, de su capacidad de trabajar, de su papel de líder de familia, como de la cada vez más frecuente decisión de emigrar.

Por la sangre de estas familias corre un torrente social nuevo, que combina inconformidad, rebeldía, esperanza y frustración. La educación deficiente, la proclividad a encontrar el escape de huir del pueblo hacia la migración, el riesgo permanente de las adicciones, y sobre todo la expectativa de tener una vida mejor, son características de una incipiente clase media rural formada por emigrantes, que convive con los marginados que permanecen en México.

Hablar con un campesino mexicano de origen modesto es una experiencia que invita a pensar en que son ellos los protagonistas de una historia que aún no se escribe: la transformación del campo mexicano en espacio de desarrollo.

Luego del fracaso de un reparto agrario que aún perdura (en el sexenio anterior y en este se ha repartido más tierra que en los ocho años anteriores), luego de décadas de manipulación social y política, ha llegado la hora del campo. El reloj ha marcado la hora, a pesar de ellos mismos y de las autoridades que marchan por detrás de la realidad.

El tiempo lo marca la crisis alimentaria que abre la oportunidad para hacer una verdadera revolución verde, como la imaginó Norman Bourlong, hace décadas. El timbre del despertador llama a promover la producción en forma, más que en buscar paliativos temporales. Somos el principal importador de leche en polvo del mundo, dependemos de importaciones en una gran variedad de granos, estamos destrozando miles de hectáreas de bosques y selvas, pero al mismo tiempo exportamos hortalizas, carne y otros productos derivados.

Es la hora de establecer una verdadera política agropecuaria con visión de largo plazo; la historia nos dirá si estuvimos a la altura de responder a las miradas profundas de esperanza de estos campesinos mexicanos.

LUIS SALOMÓN / Doctor en Derecho.
Correo electrónico: lsalomon@iberlinks.com.mx

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