Martes, 22 de Abril 2025

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Hay esperanzas...

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS                

Roma no se hizo en un día, dicen. La Guadalajara que quisieran volver a ver los enamorados de Guadalajara —¡y los tapatíos, sobre todo...!—, tampoco.

Menos mal que hay esperanzas. Y no sólo: para alcanzar la luz que se promete al final del túnel, ya hay fechas... Y si la sentencia evangélica asevera que “nadie sabe ni el día ni la hora”, en referencia a la muerte, en lo que hace a la reconciliación de la ex “Perla de Occidente” (y anexas, obviamente) con una movilidad urbana sustentable, el año, al menos, ya se vislumbra con claridad orweliana en la esfera de cristal de Diego Monraz Villaseñor: 2038.

—II—

Sostiene el director del Tren Eléctrico Urbano (“Mural”, VII-2-08) que si la ruina gradual de la zona metropolitana, en ese aspecto, se ha dado a lo largo de una generación, revertir esa inercia malsana exigirá un plazo similar. De ahí su pronóstico.

Se supone, también, que las acciones que ya se cocinan —la operación del “Macrobús”, cuya primera ruta comenzará a operar, según la agenda gubernamental, en noviembre próximo—, contribuirán a ese propósito. Se pretende que incidirán en ese mismo sentido las ciclovías que devolverán a Guadalajara —a despecho de que las distancias han aumentado brutalmente— su romántica y pueblerina estampa de “pueblo bicicletero”. Se espera que otro tanto suceda merced a la rehabilitación de las banquetas, verdaderamente lamentables en muchas colonias de la ciudad.

—III—

Faltaría evaluar, de paso, si la reticencia ciudadana a caminar o a retomar la bicicleta sólo se relaciona con los pisos... o si también influye el temor de sufrir algún asalto. Faltaría considerar que si actualmente la velocidad de desplazamiento de los vehículos, cuando hay poco más de medio millón en la zona metropolitana, es de 25 kilómetros por hora en las horas pico, en 2038, cuando pudiera haber más de cinco millones y medio de automotores, pudiera convertirse en estampa cotidiana, en Guadalajara, aquella escena de “Tarahumara”:

—¿Te llevo en el jeep? —ofrece amablemente un ingeniero, en la Sierra de Chihuahua, al rarámuri que se desplaza a pie.

—No, gracias —contesta éste—..., voy “apurao”.

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