Lunes, 23 de Junio 2025

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Golpe bajo (I)

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS             

Ahora es por las “marchas”; otras veces ha sido por los abusos en el ejercicio de la libertad de expresión. En ambos casos, el libertinaje que ocasionalmente implican las manifestaciones, ha generado comprensibles reacciones a favor del orden. (Éste, por cierto, sólo se concibe como la suma de una serie de renuncias voluntarias a un cierto grado de libertad, en bien de una convivencia social armoniosa).

—II—

El caso concreto: aprovechando la irritación generalizada que suscitó, la semana pasada, el bloqueo de algunos puntos estratégicos del Centro de Guadalajara por parte de los trabajadores del municipio que demandaban —y consiguieron, por cierto— incremento salarial, el regidor Juan Pablo de la Torre se pronunció porque los integrantes del “honorable” Congreso del Estado (que sería honorable, sin comillas, si justificara con trabajo legislativo propiamente dicho el ofensivo costo que representa para los ciudadanos) “reglamenten” las manifestaciones. Esto implicaría, según De la Torre, condicionarlas a determinadas fechas y determinados sitios; a notificar anticipadamente a las autoridades; a que los eventuales manifestantes se identifiquen plenamente, etc., etc.

Por supuesto, hubo reacciones. Verbigracia, de la Coordinadora 28 de Mayo (hija natural de aquella zacapela entre policías y “globalifóbicos”, hace casi seis años, que dio efímera —y triste— celebridad a Guadalajara)... Se aduce que la autoridad no puede pretender controlar las manifestaciones, justamente porque éstas son “el último recurso” de los particulares para presionar al gobernante. Ante la cerrazón y la prepotencia —se afirma—, sólo queda el golpe bajo: convertir a miles de inocentes en rehenes de decenas (o centenas, a lo sumo) de inconformes, con la intención deliberada de transformar la ola de sus reivindicaciones en un tsunami de enojo contra la autoridad.

—III—

Como siempre que se plantea un conflicto de derechos, es erróneo pintar las cosas en blanco y negro. Es inexacto que sólo una de las partes pueda tener la razón. Como cuando se sustentaba que la libertad de expresión sólo podría entenderse desprovista de limitaciones, la afirmación —del ex presidente Zedillo, por cierto—, basada en un silogismo construido con los pies, de que “entre las restricciones y los eventuales abusos, éstos son preferibles a aquéllas”, aquí tampoco es el caso de plantear la disyuntiva rotunda de “tus derechos..., o los míos”.

(Con la venia del lector amable, mañana continuamos con el tema).

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