Viernes, 26 de Julio 2024

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Festín de truhanes

Por: EL INFORMADOR

Fyodor Dostoyevski expresa en su libro Crimen Castigo, que todo los que cometemos un delito debemos comenzar a expiarlo con la culpa. Un profundo sentimiento que atormenta al delincuente con pesares y agobios de particular intensidad. No se pueden eludir ni posponer, el que por arrebatos hace daño a otro en su persona o bienes, tiene que comenzar a pagar su atrevimiento con la tortura de sentirse mal por lo que ha hecho.
Sólo los que tienen el firme propósito de enmendar su conducta y reparar el daño que han hecho al prójimo, irán dejando de sentir el suplicio de ver pasar los días en la oscuridad de la cárcel moral.

Pueden engañar a los que quieran, pero a sí mismo, aunque lo intenten, acabarán también sufriendo la pena de verse atrapados en su propia vileza.

Son miserables y lo serán más, en cuanto se enterquen en negar que se han equivocado. Mantener su orgullo y egoísmo en alto, es a costa de mentir a los que se dejen. Falsedades que irán creciendo y depilando la verdad, poco a poco, hasta convertirse en una bola de fraudes y mañas que lo orillan al escándalo del silencioso sufrimiento de la angustia sin cuartel.

Desde luego que pasan por la etapa del cinismo y la estúpida creencia de que su poder y verdad son invencibles y nunca les pasará nada. La prepotencia sigue su afán de librar la batalla sin pagar lo que deben, ni reparar lo que han hecho, convencidos de que al fin y al cabo hay muchos como él y nadie se va a dar cuenta de lo que han sido capaces de hacer. Se sienten tan escondidos en su deteriorada conciencia, que ingenuamente piensan que nadie los ve. No saben que su putrefacta conducta apesta por doquier y la estela de malos olores los delata por donde andan.

Cada vez son más los imbéciles funcionarios y politiquillos de segunda, que roban a granel sin la mínima conciencia de que están haciendo algo mal.

Las castas de ladrones y criminales se extienden por los pasillos de los edificios del poder público y privado, y los inocentes creen que nunca les va a pasar nada.

Todos esos delincuentes irán cayendo uno por uno, y el infierno de su culpa los irá atormentando con torturas que nunca imaginaron hasta que paguen todo lo que deben y han robado.
No hay factura que no llegue el día en que hay que saldarla.

Todo lo malo que se ha hecho se paga doble, y el bien que se ha realizado se multiplica.

Los truhanes festejan sus delitos llenando sus arcas con codicia malsana, pero no saben que el cobrador tocará a su puerta algún día y la expiación comenzará con un doloroso calvario hasta que repongan todo lo que han dañado.
Nos podremos escapar de la mano humana, pero no de la culpa y la prisión que la mente humana tiene preparada para todos los que somos soberbios.

GUILLERMO DELLAMARY / Filósofo y psicólogo.
Correo electrónico: dellamar@yahoo.com

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