Martes, 14 de Octubre 2025

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¡Esa justicia de barandilla...!

Por: EL INFORMADOR


Los actos ilícitos a la orden del día en todas partes del país; en una y otra forma, nadie se ha escapado de ser víctima de algún acto delictivo, más aún los que tenemos la desgracia o la fortuna de ser residentes en la de México, la ciudad más grande del mundo, densamente habitada, en donde existe una variedad enorme de condiciones de vida; verdaderos inframundos que rompen la imaginación del comentarista más avezado y creativo.

En lo personal, no nos hemos escapado a esta ola delictiva, verdadera crisis de seguridad pública que ya lleva varios años de estar presente, y sin visos de desaparecer; al contrario, se continúa manifestando con fuerza en todas sus facetas, en sus variadas y diversificadas manifestaciones.

Pero, de manera solapada a todo esto —hay que aceptarlo—, existe una contraparte que debería estar a la altura de las circunstancias, y no lo está, ni lo estará quién sabe hasta cuándo. Se trata de la manera de impartir justicia en todas y en cada una de sus instancias.

El ejemplo clásico de nuestro sistema de justicia es lo que se denomina comúnmente “justicia de barandilla”, o sea, las agencias del Ministerio Público, ahora llamadas con un nombre rimbombante y apantallador, donde el quejoso acude en primera instancia a presentar o a denunciar su queja, levantar el acta correspondiente, a fin de que se inicie el proceso llamado de la averiguación previa, con o sin el acusado. Si el monto del delito es bajo, queda en suspenso, porque resulta caro investigarlo.

Por necesidad tuvimos que acudir a una de esas agencias, a la que nos corresponde, que además es una de las zonas más pobladas de la Ciudad de México, y la primera impresión que se recibe es el aspecto sórdido, siniestro, sucio y mal oliente de esas oficinas de marras, en donde, ¡oh sorpresa!, abundan aquí y allá altares con diversas imágenes de santos, seguramente los favoritos o de la devoción de los acusadores y de los acusados, como para que un milagro resuelva en última instancia, aquello que la “justicia a la mexicana”, o de barandilla ha sido incapaz de resolver, conforme a derecho.

Tener que recurrir a los impartidores de justicia es algo peor que caer en un vacío en donde la impotencia y imposibilidad de lograr una respuesta que se asemeje a un remedo de justicia está totalmente ausente, fuera de contexto ante unos funcionarios escapados de la parafernalia kafkiana, empezando por la agente del Ministerio Público, asaz deshumanizada, prepotente y arrogante.

Lo cierto es que en materia de justicia en este nivel, y tal vez también en los superiores, es una justicia típica de un país subdesarrollado, pero con un esquema totalmente obsoleto. ¿Llegará algún día, por estos recintos donde se imparte justicia en primera instancia, habrá algo que se parezca a la modernidad, o a los buenos modales, porque lo cortés no quita lo valiente? Al agraviado, con las afectaciones a su patrimonio personal, porque la doña justicia y los que la imparten están fuera de contexto.

MANUEL LÓPEZ DE LA PARRA / Periodista.
Correo electrónico: loppra@economia.unam.mx

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