Miércoles, 18 de Junio 2025

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Entre Bombay y el “thanks giving day”

Por: EL INFORMADOR


El orbe, se afirma, la sociedad mundial, el trasegar constante del quehacer humano, trastocado todo por el impulso formidable de las cuestiones de la globalización, los intereses políticos, los credos religiosos y el afán de dominar una sociedad a otra; de imponer voluntades fuera de contexto, están ocasionando, seguramente hechos sangrientos, si se quiere incidentales, como es en esencia el llamado “terrorismo”, que en el caso concreto de los sucesos recientes de Bombay, la famosa sede del mundo financiero de la India, el país que ocupa el segundo lugar en lo que se refiere al número de habitantes, está mostrando a la sociedad entera, que maneja una nueva dimensión, bien planeada, bien tecnificada, pues están actuando esos grupos de presión con tácticas paramilitares y preparados para resistir muchos días. Señales negativas que configuran lo que ya se llama la realidad caótica en que las relaciones humanas encuentran un punto de equilibrio precisamente en medio de hechos similares a lo que está ocurriendo en
Bombay.

Mientras que por otro lado, es decir, en los confines de la República Imperial, el pueblo escéptico entre los embates de una crisis económica sofisticada al estilo de la modernidad, celebra el famoso “thanks giving day”, de manera ciertamente austera y ante las expectativas todavía inciertas por lo que vendrá; por los escenarios que ha de provocar el nuevo momento político que ya está trascendiendo de manera alícuota por todos los rumbos de la sociedad internacional.

Pero, llama la atención de la opinión pública internacional, el por qué los “terroristas” que atacaron precisamente sitios de esa urbe financiera por qué en sus arrebatos de furor y de cólera, inquirían sobre la presencia de súbditos británicos o de ciudadanos estadounidenses. Tal vez, seguramente, porque los integrantes de esas naciones, mucho tienen que ver con los dislates políticos, con la explotación pos-colonial de que han sido objeto el grueso de los pueblos del mundo, y desde luego trataban de demostrar tangiblemente el odio, el repudio que significa la forma en que se ha manifestado todavía la presencia y a la actitud de los integrantes de esos dos países.

India, hay que entenderlo, es un país emergente. Con más de mil millones de habitantes, una élite académica excepcional que conquista las más ansiadas cátedras de Occidente, sectores de tecnología de punta que nada tienen que envidiar a los más sofisticados de los Estados Unidos. Por milagroso que pueda ser, el régimen democrático se enraizó en esas latitudes, dotando a la sociedad de estabilidad y de mecanismos legítimos para canalizar y resolver las previsibles tendencias originadas por un cambio acelerado. La India, por si fuera poco, pertenece al limitado grupo o club de las potencias nucleares, un armamento justificado por su rivalidad ancestral con Pakistán, pueblo islámico por excelencia, pero que no pierde de vista las ambiciones regionales de China.

Pero la India aún detenta serios contrastes y contradicciones. Arrastra viejos problemas que no por comprensibles son menos graves. Los índices de pobreza son muy altos. Las tensiones religiosas se resuelven periódicamente con máscaras. La corrupción, sobre todo en determinadas regiones, es endémica.

Precisa subrayar que entre los muchos retos que la India tiene ante sí, el que plantea el Islam radical tiene un papel relevante. Por lo que es ahí donde se ubica el meollo de todos estos actores, que de cualquier forma, conmueven a la comunidad mundial, y resquebrajan su estabilidad social.

MANUEL LÓPEZ DE LA PARRA / Periodista.
Correo electrónico: loppra@economia.unam.mx

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