Sábado, 14 de Junio 2025

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Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS             

Sería ridículo... si no fuera patético.

Tanto o más que la inseguridad pública, la deficiente educación que —vía de regla— imparte el Estado, es el talón de Aquiles de este país. Mientras en Estados Unidos el presidente Barack Obama anunció hace poco una serie de acciones puntuales, orientadas a convertir al suyo, a la vuelta de unos 20 años, en un país de vanguardia —que no lo es en este momento— en ese aspecto, en México se produce un relevo inspirado por criterios estrictamente políticos: el Presidente Felipe Calderón necesita a un personaje de su entera confianza en la Cámara de Diputados para los tres últimos años de su gobierno; remueve a ese personaje (Josefina Vázquez Mota) de la Secretaría de Educación, y pone en su lugar a un antiguo consejero electoral (Alfonso Lujambio), en cuyo elogio dijo un dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (Miguel Alonso Raya) que los temas relacionados con la educación que mejor domina el flamante secretario del ramo, tienen que ver... con las escuelas primarias en que se instalaron c
asillas cuando cobraba como consejero electoral.

—II—

El diagnóstico de la educación formal en México tiene que incluir, necesariamente, estos aspectos: 1.- El catálogo de las carencias e imperfecciones de la educación básica, de conformidad con los parámetros internacionales, es escandalosamente vasto. 2.- El número de estudiantes rechazados por preparatorias y universidades oficiales en los niveles medio y superior, es igualmente escandaloso. 3.- Una gran cantidad de “universidades Patito” se han dedicado a subsanar esa deficiencia, recogiendo indiscriminadamente —con tal de que paguen sus colegiaturas...— a los rechazados de aquéllas. 4.- Ni los egresados de las universidades oficiales ni de las “universidades Patito” compiten, cualitativamente hablando, con los egresados de las escasas universidades de primer nivel. 5.- La mayoría de los egresados de las universidades en México, no encuentran espacio para ejercer profesionalmente en la carrera para la que se prepararon.

—III—

Con ese panorama, cuando se antoja que lo ideal sería que reencarnara un José Vasconcelos, un Jaime Torres Bodet, un Agustín Yáñez para el cargo, llega a la Secretaría de Educación un personaje que, a manera de saludo, se propone demostrar —¡aunque ni usted lo crea, Mr. Ripley...!— que hacer política, en México, “es cosa digna”.

(Lo dicho: sería ridículo... si no fuera patético).

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