Jueves, 25 de Abril 2024

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“En Juárez, todos tenemos miedo”

Por: EL INFORMADOR

Es la primera vez en muchos años que Esther Chávez Cano no va a trabajar durante cuatro días. La fundadora de Casa Amiga, centro de crisis y la mujer que puso el reflector sobre el caso de los feminicidios en Ciudad Juárez a nivel internacional —y luego nacional— tiene bronquitis y la garganta cerrada. Sus defensas están mermadas por la quimioterapia que recibe cada lunes; pero su ánimo está incólume. Dentro de 11 días recibirá el Premio Nacional de Derechos Humanos de manos del Presidente.

Desde su casa, ella reflexiona sobre lo que es recibir el premio con humor: “Ya debería estar en una mecedora tejiendo calcetas, pero nada. Nací para estar corriendo siempre, haciendo cosas. Me siento más responsable. Tengo que cumplir más con la gente a la que sirvo”.

Chávez Cano (Chihuahua, 19XX) dice que la vida le ha forjado el carácter. Su padre murió cuando tenía tres años y dejó viuda a su madre —de 37 años— con ocho hijos. Se acostumbró a ser responsable desde niña; a trabajar tras estudiar comercio.

Luego, su mamá murió a los 61 después de una larga enfermedad. Ahora se diría que le dio Alzheimer o demencia senil, explica.

Con la enfermedad de su madre, se fue a vivir a Guadalajara con otra de sus hermanas mayores. Luego trabajó en el Distrito Federal en empresas como Mobil Oil o Kraft Foods, donde escaló puestos.
“Comencé a ser ejecutiva en un mundo de hombres. Creo que ahí empecé, sin darle nombre a ser feminista. Recuerdo que me querían pagar menos porque era mujer y soltera y dije que no. Sí me quería casar y tenía con quién… pero mi carácter no era tan fácil. Ahorita que estoy en el ocaso diría que fue porque ya tenía una misión”.

La vida le volvió a dar un vuelco en 1982. La hermana de su madre —su “mamá de refacción”— que la había acompañado en todo, tenía 91 años y quería ir a morir a Ciudad Juárez. Ella la acompañó con la idea de regresar pronto al Distrito Federal. Pero su tía “decidió” vivir 12 años más y ella ya se había acomodado.
“Como me aburría mucho y soy muy criticona, comencé a mandar cartas al director de El Diario de Juárez y un día mejor me invitaron a escribir, como articulista. Para poder hacerlo me metí a conocer la ciudad y me dí cuenta de algo que sigo admirando: el valor de las mujeres juarenses. Ésta es una ciudad de mujeres solas. Gran parte son solteras y otras cabezas de familia, porque el hombre desapareció. Por eso son tan fuertes, porque están solas y luchan muchísimo”.

Su activismo comenzó en 1992, cuando el Partido Acción Nacional (PAN), con Francisco Barrio, llegó al poder. Primero, exigiendo que los empleadores de maquilas no exigieran la prueba de ingravidez a las obreras.
Fundó con otras compañeras el Grupo 8 de Marzo y a la par, por su trabajo como periodista, comenzó a documentar los asesinatos de jovencitas que encontraba por todas partes, lo mismo violadas, que acuchilladas, estranguladas, incineradas. Ayudaba que ella leía todo, dice, “hasta los anuncios clasificados”.

A partir de 1993 hizo pública una lista que lleva a la fecha, puntualmente. Lo dieron a conocer en una rueda de prensa como un hecho fuera de lo normal: a las mujeres las mataban por ser… mujeres. En 2008 van más de 60.

Se acuñó el término “Muertas de Juárez”. El de “feminicidio”. La prensa local le hizo caso; la nacional, no. Recibieron atención internacional a raudales tras una nota de Sam Dillon en The New York Times.
“Ahí sentí la importancia del New York Times. Comienzan a venir periodistas de Inglaterra, Francia, Suiza, Japón, Polonia… y claro, la prensa nacional”.

A 15 años de esto, ¿las cosas han mejorado? Dice que no, que incluso han empeorado. Enlista varios factores: la difícil erradicación del machismo y que los hombres en tiempos de crisis —por frustración— golpean más a las mujeres y los niños; el aumento de la violencia en Juárez provocada por la guerra contra el narco.

Hay otro factor adicional, documentado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Chihuahua es el Estado con más violaciones a derechos humanos hechas por militares. En un documento que recopila las quejas del 1 de diciembre de 2006 al 9 de septiembre de 2008, de las mil 176 quejas, el Estado tiene 252, seguido por Michoacán, con 146 y Tamaulipas, con 69.

“Se dice que ya no hay feminicidio, pero sí hay. Hay muchachas desaparecidas. Los militares entran a las casas de la gente humilde, sin orden de aprehensión. Hemos visto mujeres afuera de la Quinta Zona Militar pidiendo la presencia de gente que se llevaron. Juárez nunca fue una ciudad pacífica como frontera, pero ahora es una ciudad donde todos tenemos miedo… No sabemos para dónde hacernos. No sabemos si nos va mejor con los policías, a los que no les tenemos confianza, con los militares… o con los narcos. O quién nos va a matar”.
No obstante, sabe que hay buenas leyes —aunque a veces no se aplican, en México— como Ley sobre el ferecho de las mujeres a una vida libre de violencia, aprobada este sexenio. Y que claro, la bronca también está en la corrupción en juzgados y ministerios públicos.

Y qué decir que el trabajo en Casa Amiga también ha crecido. Me cita estadísticas de 2007.
En Trabajo Social atendieron a siete mil 452 personas. En el área de Psicología (que no sólo da terapias a mujeres, hombres y niñas, sino talleres a adolescentes pandilleros, a niños violados, de autoestima y de computación para obreras, además de pláticas sobre violencia doméstica y derechos sexuales y reproductivos), han atendido a 17 mil 427 personas. Dieron asesoría legal en tres mil 536 casos. En el área de prevención, mucho más amplia, sumaron 46 mil 633 servicios.

“Cada año superamos las cifras del anterior”, dice muy orgullosa. Eso sí, necesita recursos, dice. Aunque tiene un edificio que le construyó la Fundación del Empresariado Chihuahuense, hay que mantenerlo y pagar sueldos, cuyo más alto es el de ella, idéntico desde hace 10 años: 13 mil pesos. Para ello ha pedido una cita con el gobernador, José Reyes Baeza, desde hace dos meses, sin resultados.

Como sea, ella seguirá trabajando, hasta donde pueda. Hace un año los doctores le dijeron que no viviría más de dos meses. Entonces publicó en su página web un testimonio hermoso sobre la fuerza de las voces de las mujeres que, al mismo tiempo, suena a despedida.

“Llega el momento de que mi voz se apague para que se escuchen nuevas voces que lleven adelante la causa de las mujeres, que es también la causa de los hombres, la causa de una sociedad más justa, más democrática”.

KATIA D’ARTIGUES / Columnista política.
Correo electrónico: katia.katinka@gmail.com

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