Martes, 18 de Febrero 2025

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‘‘El romance del Tío Bernardo’’

Por: EL INFORMADOR

Algunos meses después de haber llegado a la ciudad de Nueva York, conoció a una guapa mujer llamada Shirley, originaria de Falfurrias, Texas, aunque ella siempre afirmaba era oriunda de Manhattan. Sus enojos los mostraba a señas, porque era muda.

No fue fácil el encuentro, ambos estaban sentados en la misma banca. Él nada más al verla se dio cuenta de que ella era mujer, y ella tardó en percatarse de que el tío era hombre, conclusión a la que llegó al observar que los bigotes de su compañero eran notoriamente diferentes a los de una tía suya que vivía en Arkansas.

El amor no requiere de palabras, un vistazo, un encuentro de miradas y el romance nace, se nutre de miramientos, se respira en el aire, así permanecieron dos días suspirando el uno por el otro, hasta que el hambre le ganó al amor y fueron a comprar dos baguettes; como ninguno era gorrón, cada quien pagó el suyo, y sin decir una palabra volvieron a la banca que para entonces no había sido ocupada ¿casualidad o destino?, cada uno se sentó de un lado de la banca, porque si se hubieran sentado en el mismo lado uno hubiera quedado encima del otro, y aunque esa posición puede resultar muy cómoda para ciertas actividades, no es una posición cómoda para comer baguettes, y menos para recoger las morusas. Se sentaron cada uno sin dejar de mirarse, ella mordió su baguette, él mordió el suyo. Salivaciones sin perder la mirada, otras mordidas hasta casi terminarse el bocadillo, se profundizó la mirada, él dejó el resto de su baguette, ella hizo lo mismo. Se acercaron, desde luego ellos, no los baguettes, se besaron y de ahí se fueron para no volverse a separar. Lo cierto es que dejaron su basurero de baguettes a medio comer en la banca.

La boda fue en Central Park, vestidos con los mejores atuendos que pudieron encontrar para celebrar una ceremonia turquestana, que era lo que en ese tiempo estaba de moda en la ciudad, y como no pudieron encontrar a un ministro de ninguna religión conocida, habilitaron a un sujeto al parecer yugoslavo, que traía un letrero en el que se anunciaba el fin de los tiempos y a señas les dijo algo que no entendieron, pero con eso consideraron que quedaron casados, y el improvisado ministro quedó tan complacido que puso una agencia matrimonial que ha tenido mucho éxito entre algunos grupos sociales, como son los policías de barrio, artistas de Brodway, cronistas de sociales y algunos grupos marginales del bajo Amazonas.

La luna de miel no puede ser narrada en este espacio, que es clasificación A, para niños y adultos.

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