| El espacio público Por: EL INFORMADOR 13 de diciembre de 2008 - 23:00 hs Ya que los seres humanos somos gregarios por naturaleza, pero por naturaleza también tendemos a la individualidad, desde hace siglos se creó la distinción entre espacio privado y espacio público, no como dos entidades contrapuestas, sino como parte de la misma organización social, del mismo espacio humano. Por lo mismo, si en el espacio privado la responsabilidad de cuidarlo es de los individuos que lo habitan, en lo que mira al espacio público la responsabilidad es de todos. Esta responsabilidad la ejercen los ciudadanos de dos maneras, la primera y principal es de manera directa en la medida que asumen el compromiso cotidiano de cuidar la calidad del espacio común en todos los aspectos; la segunda forma es indirecta, en cuanto la ciudadanía se pone de acuerdo para delegar en determinadas instancias tales o cuales formas de garantizar el espacio público que todos queremos, pagando desde luego el costo de este encargo. Desde tiempos inmemoriales una de las principales preocupaciones de la sociedad fue garantizar la seguridad de las personas y de sus bienes, tanto públicos como privados, surgiendo así los antiguos códigos que incluían normas y castigos, designando a las personas encargadas de juzgar la conducta social y de aplicar la norma correspondiente; por supuesto que la debilidad humana exigió muy pronto establecer normas también para sancionar a jueces y ejecutores que no cumpliesen con el cometido asignado. Hoy día asistimos a un colapso cotidiano de los espacios tanto públicos como privados, que convierte a la ciudad en un coto de caza para todo tipo de delincuentes, justamente porque la misma ciudadanía o produce delincuentes, o los solapa, o pretende ignorarlos, y éstos, efectivamente andan de cacería por todos los rumbos de la zona metropolitana, eligiendo a sus presas ante la impotencia de la comunidad, la incompetencia de las autoridades y la indiferencia de los individuos que acaban por acostumbrarse a vivir en una selva. Por lo mismo ya no se puede abrir la puerta al que la toque, así digan que traen un regalo navideño, podría ser una trampa; ni atender a quien sufre de un ataque cardiaco en plena calle, podría ser una estrategia; ni ofrecer siquiera los buenos días al que llama por teléfono, así se hacen estafas y se organizan secuestros; tampoco se puede circular confiadamente a ninguna hora del día, pues sabemos que cualquier ciudadano puede ser blanco de estos cazadores infames que asolan la ciudad; por sorprendente y sospechoso que parezca, solamente cuando la víctima resulta ser una persona importante, la policía de inmediato ya tiene a los “presuntos” responsables y puede dar pelos y señales del incidente, al menos mientras baja la presión, ya después se dirá que los “presuntos” eran sólo eso, pero que se continúa con las indagaciones. Que Guadalajara se haya convertido en un coto de caza donde las presas somos todos, no es precisamente lo que podría esperarse ni de nuestra responsabilidad individual frente al espacio público, ni mucho menos de las instancias a las que hemos delegado este cuidado pagándoles lo que ellos quieren. ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO / Licenciado en Historia. Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones