Martes, 17 de Junio 2025

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El costo de un martillo

Por: EL INFORMADOR

Ayer... y hoy

“Cantando estaba la pájara pinta

sentada en un verde limón

¡ay! sí, sí

¡ay! no, no”.

Y el pícaro pajarraco

Por seguirla la tumbó

¡ay! sí, sí

¡ay! no, no.

Y la pobre ave hasta el suelo fue a parar, pero muy digna ¿qué hizo? Se levantó, sacudió sus plumas y luego voló.

Lo anterior viene a cuento por la anécdota que a continuación voy a narrar; ofreciendo disculpas a mis tres lectores ¿llegarán a tres?, si es que la encuentran frívola e intrascendente, pero es un hecho del diario vivir.

Aprovechando los días festivos del mes de diciembre me fui a Tapalpa, pero al llegar a mi cabaña, en medio del bosque, encontré que la Comisión Federal de Electricidad le cortó el ramaje a cuatro pinos de los más copados y dejó sólo los troncos pelones de más de 10 metros de alto; al caer las ramas tumbaron el cable de la luz de la cabaña, por lo cual, para no quedarnos a obscuras, decidí subirlo a la barda de dos metros y medio de alto que colinda con mi propiedad, y con alambre atorarlo y para hacerlo tomé la escalera y un martillo y me subí; lo arreglé, pero se me fue el martillo a la propiedad de mi vecino y para no perderlo indebidamente decidí recogerlo, por lo cual tuve que poner la escalera en su propiedad, lo logré, pero al querer bajarme de ella me sucedió lo que a la pájara pinta, con mis 80 y muchos años al suelo fui a dar; no sé qué pasó, pero empecé a ver a María Félix, Betty Davis, a Marlon Brandon, a Vitola, a Rin Tin Tin y otras estrellas, herido sólo en mi orgullo, con raspones en casi todo
el cuerpo y un golpe en la cabeza, ya que pude decir “on toy”, hice lo que la pájara pinta, me levanté, me sacudí la tierra y seguí volando, me volví a subir a las alturas para regresar a mi casa.

Como al otro lado de la barda mi señora no me veía, me preguntó dónde estaba, y al mirarme todo maltrecho preguntó ¿qué te pasó? Le expliqué que nada, que sólo tenía un gran chipote en la cabeza, me revisó y dijo: “Te está saliendo sangre”, a lo que contesté: ve por una cubeta para que la recojas y podamos hacer moronga; después de la risa, a evaluar los daños y sus consecuencias: como el chipote en la cabeza me dolía, para evitar algún daño mayor decidí que en varios días para que se me acomodaran los sesos, no escribiría ningún artículo ni haría ningún esfuerzo mental, sólo lo que hacen las monjas, ser contemplativo y caminar en el bosque.

De ese “no hacer nada” saqué por conclusión que con lo sucedido había aprendido mi lección, y que además de mis artículos como los niños de primaria tenía que escribir en mi cuaderno de notas cuatro planas con la frase: “No subirme a las bardas”... “No subirme a las bardas”, pues parece que estoy “envejeciendo sin gracia”.

ADOLFO MARTÍNEZ LÓPEZ / Escritor.

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