Viernes, 26 de Abril 2024

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ENTRE VERAS Y BROMAS

Por: EL INFORMADOR

— Atroz epílogo

Catorce meses después de su abrupta destitución como rector de la Universidad de Guadalajara, se produjo el atroz epílogo de la tempestuosa historia: la muerte, ayer, de Carlos Briseño Torres, en las sorpresivas, tremendas, dramáticas circunstancias que ahora corresponderá esclarecer a las autoridades judiciales.

Fue el drama, pues, como corolario del severo conflicto interno que vivió, durante las últimas semanas del ejercicio de Briseño como autoridad suprema, la máxima casa de estudios en el Estado.

—II—

En una de sus primeras declaraciones públicas, luego de su accidentada separación del cargo, cuando aún alimentaba la esperanza de que se le reinstalara en la Rectoría por la vía de un mandato de los tribunales, Briseño, con voz clara y buen semblante, salía al paso de algunas versiones que llegaron a circular. “No hagan caso a rumores —dijo a los reporteros—: no me he muerto; no me ha dado un infarto y tampoco voy a suicidarme...”.

Vocero de la Federación de Estudiantes de Guadalajara desde los tiempos en que Raúl Padilla López fue presidente de la misma, y vocero de la Universidad cuando el propio Padilla devino rector, Briseño fue uno de sus colaboradores más cercanos. En su turno en la rectoría, trascendió que tuvo serias diferencias con quien sigue siendo el hombre fuerte y el poder tras el trono de la universidad. Alguna de las discrepancias más sonadas tuvo que ver con su petición de que se promoviera la construcción de más preparatorias en la Zona Metropolitana de Guadalajara, para satisfacer la creciente demanda de los universitarios. “Imposible”, se dice que fue la tajante respuesta de Padilla, basada en la insuficiencia de plazas en escuelas y facultades de la propia casa de estudios, y de puestos de trabajo para los egresados de la universidad. Las diferencias se ahondaron y llegaron al punto que culminó la crisis y determinó su salida del cargo: su promesa de exhibir pruebas de “malos manejos” y su propósito de “sepultar a Raúl Padilla en el basurero de la historia”.

—III—

Cuando aquella historia se epilogó con su destitución, el añadido de su “lucha jurídica” por la restitución en la rectoría parecía, en términos pragmáticos, una batalla perdida de antemano. Se habló, entonces, del “hara-kiri” político de Briseño. Nadie podía imaginarse un “final feliz” para aquella historia, desde luego... pero nadie podía imaginárselo, tampoco, tan atroz como el que aportó, ayer, la realidad.

Ha muerto un hombre. Descanse en paz.

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