ENTRE VERAS Y BROMAS

— Kafkiana

Si Monterrey se ha ganado a pulso la honrosa etiqueta de “La ciudad de los grandes esfuerzos”, Guadalajara sigue haciendo méritos para que se le cuelgue el oprobioso sambenito de “La ciudad de los grandes proyectos... fallidos”.

—II—

En los tres primeros días de la semana se sucedieron otros tantos golpes demoledores, colocados por el destino, con puntería de apache, entre trompa y oreja del ya de por sí muy venido a menos, de un tiempo a esta parte, “orgullo tapatío”...

El lunes, la primera en la frente: la develación de algo muy parecido a la lápida sobre la tumba de un sueño de un grupo de empresarios y de la clase gobernante, que no alcanzó a permear hasta el interés del ciudadano común: si no fueron multitudes las que acogieron con entusiasmo el proyecto de traer un Museo Guggenheim (“¿Con qué se come eso?”, preguntaba la mayoría de los aldeanos...) a Guadalajara, tampoco hubo lágrimas cuando el director de Estrategia Global de la Fundación Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, anunció escuetamente que el proyecto en cuestión “está muerto”.

El martes, la segunda en la boca: el gobernador Emilio González Márquez se sacó de la manga un ingenioso eufemismo para informar, sin hacer el papelón y sin herir susceptibilidades, que la proyectada Presa de Arcediano —“la obra del sexenio” precedente, que supuestamente abastecería de agua a Guadalajara durante 25 años—, “se fragmentará en varias represas” de dimensiones menos faraónicas.

Ayer miércoles, la tercera en el pecho: la información de que vuelve a tambalearse la sede de los Juegos Panamericanos de 2011... y no tanto porque el tiempo pase y siga sin decidirse dónde se construirán el estadio de atletismo y la Villa que albergará a los atletas, sino porque no se han cumplido algunos requisitos, entre los cuales el otorgamiento de una fianza, a cargo del municipio, por 50 millones de dólares. (En efecto: “Cualquier baba de perico”).
—III—

Menos mal que —diría Martha Cerda— “Apenas era miércoles”... (O sea que aún hay tiempo para despertar, antes del domingo, y comprobar, felizmente, a semejanza de Gregorio Samsa, el protagonista de “La Metamorfosis”, que somos unas cucarachas atrapadas temporalmente en la atroz pesadilla kafkiana de que éramos seres humanos residentes en Guadalajara, a los que les sucedían las ya señaladas calamidades... más las que aún se acumulen en el resto de la semana).