Domingo, 20 de Abril 2025

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Demasiado pedir

Por: EL INFORMADOR

ENTRE VERAS Y BROMAS                


Habría una fórmula para asegurarse de que la ciudadanía aplaudiera las generosas asignaciones del Presupuesto que se destinan a los partidos políticos: si se gastaran en capacitar para el ejercicio de los cargos públicos a los aspirantes a funcionarios, se reconocería que es el dinero del erario mejor gastado.
—II—

Hace dos sexenios, cuando los panistas arribaron al Gobierno de Jalisco como la gran esperanza de un cambio, el pueblo les tuvo paciencia. Se consideró que el espíritu crítico que caracterizó a sus padres fundadores se traduciría, una vez que la evolución de la democracia en México posibilitó el relevo, en medidas concretas para que a los cargos públicos llegaran —como escribía en “El País”, hace un siglo, Trinidad Sánchez Santos— los mexicanos más aptos, los ciudadanos mejor preparados, y no los lambiscones ni los aduladores de los poderosos.

Ahora mismo, a un año de distancia de las elecciones intermedias en que se renovarán las autoridades municipales y el Congreso del Estado, los partidos políticos podrían —es más: deberían— estar concentrados con toda intensidad en la capacitación de sus “cuadros”. Sobre todo si se repara en que el llamado “aparato productivo” sigue siendo incapaz de generar las plazas necesarias para los jóvenes que llegan a la edad en que idealmente deben insertarse a la vida laboral; si se reconoce que los partidos políticos eran, antes del supuesto cambio, y continúan siendo, después de él, por sobre todas las cosas, agencias de colocaciones; si se advierte que el Gobierno sigue siendo una de las más importantes fuentes de empleo, lo deseable sería que quienes arriban a los cargos públicos lo hicieran por capacidad y no por “palancas” o recomendaciones; lo ideal sería que llegaran a ellos los más idóneos, los más competentes y los más honestos —como demandaban, a grito pelado, desde todos los frentes, los panistas “de ante
s”, críticos implacables de un sistema envilecido, que se preocupaba más por premiar lealtades con el grupo dominante y por recompensar servicios a sus miembros que en preocuparse seriamente por el bien común—, y no los más rastreros ni los más serviles.

—III—

Gastarse las asignaciones del Presupuesto que se dan a los partidos políticos, en campañas electorales en que priman la ramplonería, el mal gusto, la “guerra sucia” y los “slogan” que eventualmente impactan pero no implican un compromiso moral de los candidatos frente a los electores, ofende a los ciudadanos. Manejar esos fondos de manera discrecional, sin el menor recato, permitiendo la sospecha —“Piensa mal y acertarás”, reza el adagio— de que terminan en la escarcela de los oportunistas, de los parásitos, de los vividores de la política, agrede a los contribuyentes.

Pedir, sin embargo, que ese dinero se maneje de manera responsable y se destine a capacitar a quienes van a gobernar, para romper la maldición de que México está condenado a padecer malos gobernantes, es —salvo prueba en contrario— demasiado pedir.

JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.

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