Jueves, 25 de Abril 2024

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De temblores

Por: EL INFORMADOR

Ayer... y hoy

Hace ya 30 años, es decir en el ayer (1979), recorría Centroamérica tomando fotografías y recogiendo material para mi libro “En las cuatro Guatemalas”; hacía poco, Honduras y Guatemala habían sufrido un terremoto, por lo que me tocó ver parte de la destrucción que provocó.

En el hoy, al estar leyendo EL INFORMADOR, me entero que en América Central se produjo un nuevo sismo de 7.1°, causando destrucción y muerte en Honduras; para el que esto escribe, no fue sorpresa que temblara, ya que para escribir el libro arriba referido tuve que realizar investigaciones, las cuales así las consigné y hoy nuevamente las transcribo para que mis lectores de esta columna las conozcan:

“Hubo violentísimos temblores e inundaciones, y en una sola noche y un día de desgracias toda la ciudad se destruyó”.

Dos mil 300 años hace que Platón en sus “Diálogos” escribió estas lapidarias palabras al referirse a la controversial Atlántida, y mil 200 años más tarde Torquemada, en América, nuevamente las repite al describir en detalle la trágica destrucción de la segunda de las Guatemalas, cuando en el aciago día 11 de septiembre de 1541 se ensañó en ella la tragedia, pues dramáticamente, de la noche a la mañana, se desmoronó la ciudad por la fuerza destructora de la Naturaleza, y un mar de lodo y piedras engulló sus restos cuando el torrente de agua, venido de las alturas, trituró las casas existentes y a sus moradores.

Por estar ubicada entre amenazadores volcanes, los habitantes de la Ciudad Vieja siempre padecieron un miedo colectivo, pues a pesar de que en los tiempos históricos ninguno de los colosos que la custodiaban habían tenido una erupción violenta, en el catálogo de los volcanes se les tenía siempre como activos.

En el año de 1541, más de un mes duró lloviendo copiosa e ininterrumpidamente y el agua, de ser al principio vista como un beneficio, se convirtió poco a poco en una maldición, ya que al irse acumulando en el cráter del volcán de agua, el lago que en el mismo existía subió de nivel y la Tierra, que parecía que de pronto se había encolerizado, produjo en ese tiempo violentos temblores, haciendo que con terrible estallido apareciera una enorme grieta en la falda del volcán y lo que estaba en él aletargado, estancado en su interior, por aquella fisura vomitó el torrente a borbotones y ante los aterrorizados habitantes de la segunda de las Guatemalas, se precipitaron las turbulentas aguas hacia la ciudad y sin darles tiempo para ponerse a salvo, como si fuera el diluvio guatemalteco, fue ese día el fin del mundo para los aturdidos vecinos.

La manera como Fray Toribio de Motolinia describe cómo quedó la ciudad después de la tragedia, la encontramos en estos dos párrafos de sus “Memoriales” que se transcriben:... “La ciudad de Quahtemallan, que era la señora y la fortaleza de toda aquella gobernación, fue azotada y desamparada de Dios y dejada de los hombres, sus moradores, y hecha desierto llena de cieno y piedras...”.

ADOLFO MARTÍNEZ LÓPEZ / Escritor.

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