| Dar el ancho Por: EL INFORMADOR 5 de mayo de 2008 - 23:00 hs NORBERTO ÁLVAREZ ROMO Mucho nos ha sorprendido verlo, a quienes desde México vivimos la transformación de España, desde ser un país “atrasado” (África, se decía, empezaba en los Pirineos), bajo el yugo de su negra dictadura militar, hasta ser hoy una de las democracias más prósperas en Europa y del mundo entero. Siempre nos preguntamos ¿cómo fue posible que nos hayan rebasado (a nosotros, los ejemplares mexicanos posrevolucionarios que les llevábamos la delantera), sin apenas darnos cuenta; a la vez por la derecha, por la izquierda y por arriba? Una pieza clave de la historia moderna española se recuerda, unánimemente enaltecida, esta semana ante la muerte inesperada de don Leopoldo Calvo-Sotelo, quien fuera presidente del nuevo orden de Gobierno tan sólo por 21 meses; de los cuales sobresalen excepcionalmente el primero y el último día. El primero porque fue precisamente durante el acto de su investidura cuando el tragicómico teniente coronel Toño Tejero irrumpió, con armas en mano, en la sesión solemne del Parlamento, baleando al aire y ordenando al piso a todos los representantes legítimos del pueblo; manteniendo así en ascuas momentáneas el destino político de su país, y en suspenso el nombramiento del nuevo jefe de Gobierno. La historia tuvo final feliz digno de la magia de cuento de hadas: el hasta entonces etéreo rey Juan Carlos, grácil soberano, jefe del Estado español, inmaculadamente logró imponer la sabiduría, la paciencia y la cordura ante las fuerzas en jaque, liberando al espíritu nacional de sus demonios heredados, sacudiéndose sus parásitos pretéritos. Durante la sutil, breve y taciturna gestión de Calvo-Sotelo, fue clave su preparación personal y su liderazgo político buscando salvar un convaleciente centro democrático unido, y a la vez empeñándose sobre todo a la altura del bien común (hasta en detrimento de los intereses partidistas propios y ajenos) para empujar a la transición española hacia su futuro paraíso soñado y alejándola del precipicio histórico que le jalaba para atrás, hacia el infierno del más vale malo por conocido que bueno por conocer. Lidiaba además, con la propia historia familiar que tanto le iluminaba el camino como le pesaba sobre sus hombros. En su último día de gobernante, Calvo-Sotelo entregó la estafeta a Felipe González con el loable gesto de concordia y respeto supremo digno de la naciente voluntad democrática. Inició la era del socialismo español con la bendición de buen augurio; y el milagro ibero comenzaba. Sobre todo, lo que aprendieron nuestros congéneres españoles fue la manera de dar pasos hacia una convivencia posible entre adversarios ideológicos y políticos. Si bien un centro unido no fue factible entonces, sí lo fue el diálogo de opuestos no extremistas. Luego vino el libre destape de la sociedad civil, y lo demás es ya conocido. Si no otra cosa, de ello los mexicanos podríamos aprender que para recorrer la transición hacia la democracia moderna, se requieren dos pies. Quien anda en muletas o se la rifa trotando sobre uno, pronto se cansará y poco avanzará. La actual España política nos ha mostrado que derecha e izquierda, liberándose de sus extremos, pueden hacer juntos camino al andar. Uno de los atributos de los seres inteligentes es aprender de la experiencia ajena. Aquí, al parecer, nuestra clase política no llega a tanto. Diríamos, respetuosamente, que, en esto, los nuestros no dan el ancho. NORBERTO ÁLVAREZ ROMO / Presidente de Ecometrópolis, A.C. Correo electrónico: nar@megared.net.mx Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones