Sábado, 21 de Junio 2025

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Al César lo que es del César...

Por: EL INFORMADOR


Qué bueno que Felipe Calderón es hombre de fe. Qué bueno que hay un congreso para fortalecer a la familia en una sociedad que ha sido bombardeada hasta sus entrañas por una economía de mercado descarnada. Qué bueno, porque las iglesias, todas, pueden y deben hacer mucho más que sus actuales acciones por recuperar los valores que hacen del hombre un mejor ser humano. Pero qué error lo dicho por Calderón… porque se mira equívoco que el titular del Ejecutivo participe de forma tan activa, no como un particular devoto, a lo que tiene todo el derecho, sino con la investidura presidencial, en un discurso donde la temática no fue la ética, que hubiera sido de desear, tampoco la responsabilidad social del individuo, temas que bajo todas las religiones son un acervo de riqueza social, sino con señalamientos claramente religiosos.

Qué mal, porque quiere decir que la investidura presidencial no respeta la amplia diversidad religiosa de la población mexicana; qué mal, porque a Felipe se le olvida que el catolicismo ya no abarca a toda la nación de la que es Presidente. Qué mal, porque olvidó que en los evangelios Jesús señala: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”; una enseñanza que hoy Calderón, como creyente, olvidó.

Pero el yerro no quedó ahí, pues Calderón, como ciudadano Presidente, dejó de lado sus responsabilidades como dirigente político de todos, absolutamente todos, los mexicanos. Dejó de lado la imparcialidad, por decir lo menos, para todos los grupos de la población que han elegido otras formas de expresión de su espíritu, diversidad de religiones que merecen, todas ellas, el respeto, pero sobre todo la certeza de que el Presidente de este país no es sectario.

Y qué bueno que Felipe tiene un santo patrono del mismo nombre; qué bueno que es devoto de la Guadalupana, fe que comparten millones de mexicanos, yo también. Lo que se mira mal es la traslocación de sitios, de representaciones; lo que se mira mal es el incumplimiento de su función pública con la revoltura de su vida privada. Porque, otra vez está el ejemplo de Gómez Morín, quien supo el valor de la separación del poder divino del terrenal; un ejemplo que hoy se requiere revitalizar por cuanto este país ya pagó un alto precio con la pérdida de vida de muchos mexicanos, maestros y cristeros, cuando en hacer contrario se trató de prohibir lo que debe ser una de las libertades del hombre: la religión.

El Estado debe garantizar la libertad de creencias. Pero las religiones, todas, deben saber que sus reinos están en el cielo, no en la política de Estado, mucho menos del Estado mexicano. Un olvido que puede generar más tensiones en una nación con diversidad religiosa y polarización social; enconos como la violencia existente entre protestantes y católicos en las comunidades de Chiapas. Luchas por la prevalecencia de una religión por encima de otras.

Entonces hoy un recuerdo vivo: Jesús y sus enseñanzas, que deben regir a quienes en Él creen. Entonces hoy, una añoranza: Gómez Morín, estadista que sin haber sido presidente tuvo un ejercicio público que supo separar su religiosidad de su ejercicio político.

LOURDES BUENO / Investigadora de la UdeG.
Correo electrónico: lourdesbueno03@yahoo.com.mx

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