Jueves, 24 de Abril 2025

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— “Chatarra”

Por: EL INFORMADOR

Un pueblo que llena tanto el estómago como la mente con comida chatarra, está condenado a la desnutrición y a la incultura crónicas. Al perpetuo subdesarrollo, pues.
—II—
Se supone que el Congreso de Jalisco dio un paso a favor de una adecuada alimentación de los infantes, al legislar para que, a partir del próximo ciclo lectivo, se prohiba la venta de frituras, pastelitos, refrescos y similares en las “tienditas” de las escuelas... Es un avance. Ante la imposibilidad de prohibir que se consuman productos que engañan al hambre, pero que poco o nada aportan a la nutrición propiamente dicha, toda vez que los padres de familia podrán colocárselos en la lonchera, o los propios niños, caminito de la escuela, podrán adquirirlos en puestos, estanquillos o supermercados, se pretende que los padres de familia acusen recibo del mensaje: el legislador no trata de jugar a “policías y ladrones”; no pretende estimular la inventiva de los escolares o de sus padres para burlar las trampas que representa una ley restrictiva, sino de entender que lo conducente es asumir la responsabilidad de alimentar a los niños y no sólo de “llenarles” el estómago; de entender que oprobiosos “liderazgos” como los que ostenta México —el principal consumidor mundial de refrescos embotellados y “medalla de oro” en obesidad infantil—, con todos los peligros y todas las funestas consecuencias que ello implica, invitan a modificar hábitos de consumo que ya demostraron su ineficacia, y a replantear patrones culturales inoperantes.
—III—
Faltaría la otra parte. Los recientes exámenes a que se ha sometido a escolares y mentores, evidencian que los programas escolares, prácticamente en todos los niveles, vía de regla, son obsoletos; que los mentores, salvo honrosas excepciones, son chambistas, más preocupados en sobrevivir de cualquier manera en el ejercicio de una profesión ingrata, mal remunerada, frustrante, condenada a ejercerse en un entorno pletórico de dejadez, corrupción y vicios, que en esmerarse en su propia preparación y en generar, a partir de ella, un contagio saludable de los educandos...
La moraleja de la historia es desoladora: los hechos demuestran, sin lugar a dudas, que la inteligencia de los mexicanos no se alimenta mejor que su estómago.

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