Viernes, 13 de Diciembre 2024
Jalisco | Al revés volteado por Norberto Álvarez Romo

Seguir planeando

A falta de un sistema de transporte público eficaz, el coche se vuelve, más y más, la norma que cada quien desea

Por: EL INFORMADOR

Cada año nuevo, los grandes planeadores de lo urbano repiten que deberíamos reordenar (ahora sí con criterios sustentables) la caótica zona metropolitana en que se ha convertido nuestra ciudad. Aprovechando el nuevo ciclo anual, se hacen propósitos de planear mejor las cosas para recuperar la ciudad que se ha ido perdiendo. Mientras tanto, otros insisten en fomentar también la conversión industrial de algunas áreas productivas rurales en la franja perimetral de la voraz mancha urbana, que además es, día con día, invadida por el crecimiento desordenado de la construcción de fraccionamientos.

Lamentablemente, la mayoría de las veces, los planes resultan más bien un reflejo tardío de los deseos y las fantasías impulsivas que de razonadas intenciones o de capacidades reales para llevarlos a cabo. Una cosa es el ideal de lo que se debería o podría hacer, otra cosa es la realidad cruda que se vive a diario en nuestras calles. La verdad es que los planes desde arriba tienden a ser visionarios e idealistas; las acciones desde abajo, miopes y truncas. Dos mitades complementarias. Uno es contrapeso del otro (cuando no se aíslan cada cual por su lado, lo que casi siempre sucede).

Más que la realización de los sueños que se presumen en los anuncios publicitarios de cientos de desarrollos habitacionales que crecen imparablemente alrededor de la ciudad, los embotellamientos que provocan en las calles de nuestra metrópoli se vuelven una auténtica pesadilla por todos lados. A falta de un sistema de transporte público eficaz, el coche se vuelve, más y más, la norma que cada quien desea.

En el escenario de la globalización reinante, las ventajas económicas de las ciudades también se ven reflejadas en aspectos como los rasgos competitivos de los talentos, los productos y servicios locales (esto principalmente reflejado en la relación entre el costo y la calidad de vida). Parece a primera vista un disparate afirmar una vinculación estrecha entre la calidad de vida en una ciudad y su acceso a los mercados internacionales. Sin embargo, los estudiosos de estos temas han encontrado nuevos descubrimientos que no siempre traen buenas noticias a las ciudades tan descuidadas como la nuestra, cuya vida sufre un círculo vicioso en espiral descendente; donde en lo local cae la calidad de nuestra vida y en lo internacional seguimos perdiendo competitividad y presencia. Es una llamada de atención sobre la manera ineficaz que tenemos para planear, gestionar y operar nuestra metrópoli.

Se nota en el detalle más simple. Mientras soñamos sentirnos importantes en el escenario global (con los Juegos Panamericanos, por ejemplo) estamos descuidando la calidad de nuestras banquetas, fachadas, parques, jardines, del aire, del agua, los ruidos, los olores. Aquellos espacios abiertos que resultan de la urbe y son los únicos que compartimos todos para movernos, para estar, caminar, esparcirnos, encontrarnos. Desde hace buen rato se reconoce que el principal desafío para el desarrollo equilibrado y sustentable de Jalisco consiste en alojar a los cientos de miles de nuevos tapatíos (que se suman a la metrópoli ya caótica) proporcionándoles a todos las justas oportunidades de vivienda, trabajo, seguridad, convivencia, y servicios públicos. Todo esto en un medio ambiente muy desmejorado y con una preocupante insuficiencia del presupuesto y con poca capacidad gubernamental.

Las ocurrencias con soluciones “inmediatistas” son paliativos que alargan el costo real (que se tendrá que pagar en tiempo, recursos y esfuerzos) sin resolver constructivamente las bases institucionales sólidas que se requieren para un desarrollo serio. Sacado al azar está, por ejemplo, el proyecto del viaducto intermitente operado en ciertos días sobre la salida Sur de la ciudad (“orita” sí, “orita” no) que ha resultado de la larga negligencia sufrida por el crecimiento desordenado a lo largo de las principales vías de acceso a la ciudad.

Ciertamente, resuelve por unas horas las incomodidades para los automovilistas suburbanos. Sin embargo, además de ser insuficiente para las necesidades de ingreso a la segunda ciudad del país, presenta condiciones innecesarias de alto riesgo, de molestosas pérdidas de tiempo valioso para los transeúntes locales, y una desvaloración de la convivencia barrial urbana. O está la propuesta Vía Express, que pretende ser otra aplicación de nuestro sistema viaducto (pero en versión público-privatizado) sobre el Eje Oriente Poniente de la ciudad. Buena solución, a medias.

Se nos ha repetido, desde hace rato, que la Perla de Occidente ha estado “chafeando” en su progreso. Y que mientras más tiempo pasamos en reconocerlo, más nos costará corregir sus consecuencias, si acaso es que nos empeñamos en ello.

Ciertamente, el antídoto para las ocurrencias es la planeación institucionalizada. Pero la planeación sin gestión apropiada, ni programas de fomento y seguimiento se queda en buenos deseos. Como al inicio de cada año nuevo.

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