Domingo, 02 de Junio 2024
Jalisco | Por: Isaac de Loza

Los hombres malos se llevaron a mis papás

LA CRÓNICA NEGRA

Por: EL INFORMADOR

Una llamada de alerta emitida a la Policía con titubeos y temores, y la consecuencia lógica que de ella resultó: el desafortunado encuentro con la muerte dentro de una sospechosa camioneta; dos cadáveres cubiertos con bolsas en el interior de un vehículo estratégicamente abandonado en un lugar visible, junto a un canal de aguas negras en Santa Cruz del Valle. Una historia negra más para Tlajomulco de Zúñiga; un nuevo desenlace trágico que, en esta ocasión, sacó a la luz a dos pequeñas víctimas desamparadas, cuya inocencia les impide percibir con precisión la magnitud de su tragedia.

El código de honor se rompió. Si bien las líneas de investigación a 10 días de ocurrido el hecho aún no han sido definidas, o al menos comunicadas, el imaginario colectivo no pudo colocar tal suceso en un apartado donde la delincuencia organizada no estuviera presente. El hallazgo de una pareja torturada y oculta entre plásticos oscuros, en apariencia para disimular la gran cantidad de heridas que de forma artera le fue propinada, evidenció que el crimen cometido no fue un asalto que salió de control, y aunque la opinión pública no necesariamente es la voz que comparten los representantes de la justicia, ésta se ha permitido formular hipótesis que las autoridades investigadoras han optado por dejar de lado.

Pese a que el trago amargo que significó la doble ejecución de esta joven pareja, nuevamente nubló la percepción del término “seguridad” ante la sociedad, las secuelas del delito tuvieron un efecto de réplica más íntimo, afectando directamente a la descendencia de los occisos: dos pequeños niños de menos de cuatro años que ya habían perdido la paciencia de esperar a sus padres en casa y la abandonaron, atacados por la instintiva necesidad de procurarse alimento.

Deambular por las calles sin protección alguna por una jornada de 24 horas precedió a la eventual ilación de desdichas: el par de infantes vagando en un caminar inconsciente por las solitarias calles del Municipio no iba a pasar desapercibido para los testigos de su eterno divague. Hasta que el llamado de auxilio llegó a las autoridades y éstas se hicieron cargo. En ese entonces se solicitó ayuda a la prensa para que sus familiares los socorrieran; aún no se revelaba que los dos seres predestinados a protegerlos ya no se encontraban en este plano, sino en un lugar distante, a cargo de un ente extraterrenal.

“Soy Lencho y él es Ricky”; “mis papás se fueron con unos señores, pero no sabemos donde están”, expresaron con suma inocencia, abstraídos en un discurso vacilante por la obviedad de unas cuerdas vocales en proceso de entrenamiento, y una voz repleta de ingenuidad.

Miércoles 17 de febrero en el calendario, siete y treinta de la mañana en el reloj y los representantes de diversos medios de comunicación acuden presurosos al lugar de los hechos. 48 horas después, la identidad de las víctimas era revelada por voz del primer fiscal jalisciense: los occisos eran Abundio Esquivel Larios, de 39 años y María Elena Escutia Sosa, de 24; padres de “Lencho y Ricky”, o bien, Lorenzo y Abundio. Originarios de Michoacán.

Cuando el fuerte golpe al núcleo familiar de los menores fue corroborado mediante análisis clínicos y técnicas forenses, lo siguiente en el protocolo demandó contactar con sus parientes más cercanos. Entretanto, un albergue se encargó de procurarles comida y techo hasta que sus abuelos paternos se hicieron cargo de ellos.

Los simpáticos niños nunca se enteraron con certeza del porqué de sus constantes cambios, así lo decidió su familia. Y en tanto el delito no es resuelto, el tiempo sigue su curso. Los menores dejaron la protección que el Estado les otorgó y crecerán bajo tutela de gente cercana a ellos en la Entidad que vio nacer a sus padres. La línea más cercana a la verdad hasta el momento, según la Procuraduría, radica en la ocupación que en vida desempeñaba el padre de familia —revendedor de autos—, pero la razón por la cual también su esposa de 24 años fue víctima de la violencia aún es un secreto a voces.

Si, como en la teoría, el sistema de justicia realiza su labor de forma adecuada, la razón llegará, tarde o temprano, para cerrar el caso de aquellos que, para sus hijos, nunca quedarán encerrados en la impenetrable oscuridad.

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