Las pintas con aerosol en columnas del Teatro Degollado y en otros edificios del centro de Guadalajara han levantado una campaña de histeria y clasismo entre políticos, medios de información, espacios de opinión y redes sociales, como no ocurría hace mucho tiempo.En primer lugar, ese hecho alcanzó un espacio mediático desproporcionado que incluso alcanzó llegó a medios nacionales. Se me ocurren 10 asuntos o procesos que merecían más atención que la que se está dando a dos adolescentes con sus botes de aerosol: por ejemplo la continua desaparición de personas en el Estado. Me parece inconcebible que pintar letras en las columnas del Degollado alcance rating nacional cuando ocurren hechos tan trágicos como la desaparición masiva de cuatro personas el 24 de marzo de este año en la colonia Agua Blanca, de Tlaquepaque y que el hecho no encuentre cabida masiva en los medios.En segundo lugar, la “vandalización” del Degollado mostró a esa porción de la sociedad tapatía clasista. El mismo hecho de nombrar es un modo de posicionarse frente al acontecimiento. “Vandalizar” viene de “vándalo” uno de los decenas de pueblos germánicos que penetraron y conquistaron porciones de lo que fue el imperio Romano. Se conoció como “bárbaros” o “vándalos” a estos pueblos que en su momento fueron sometidos por los romanos.No es mera curiosidad que ahora se llame vándalos a los jóvenes que graffitean algunas bardas de la ciudad. Estos jóvenes, muchos de sectores empobrecidos de la ciudad, son considerados “enemigos” que pueden destruir no sólo monumentos, sino cierta noción de orden, buenas costumbres, estética y más allá de ello, el dominio de una parte de la sociedad sobre otra. Son considerados enemigos sociales; son lo que vendrán contra nuestra casa, colonia, monumentos, instituciones.Los adolescentes que pintaron el Degollado han recibido un linchamiento mediático fuera de proporción. Se les acusa de dañar patrimonio público, y en todo caso se les debería hacer pagar lo que ordenan los reglamentos. Pero como el asunto se infló mediáticamente y generó una oleada de linchamiento social, ahora la Fiscalía anuncia que buscará sanciones más severas para ellos.Se me ocurren 50 nombres de políticos y 50 nombres de empresas que merecerían más este linchamiento si nos atenemos al daño al patrimonio de Jalisco. Hay decenas de políticos y empresas que han devastado tierras, bienes comunes, aguas, bosques, áreas naturales, lagos, ríos, calles, parques y recursos públicos que merecerán más el linchamiento mediático que los dos adolescentes.Y además del clasismo, este episodio mostró a una porción de los tapatíos con la personalidad paternalista autoritaria que exigían que los infractores no sólo pagaron lo que dice la ley, sino que pedían azotes y castigos incluso para sus padres. No sólo es un exceso, sino que esta personalidad autoritaria se presenta con un falso paternalismo clasista que presume que ellos sí saben educar a sus hijos, pero los padres pobres con adolescentes graffiteros no. ¿Cuántos juniors de familias acomodadas no han cometido tropelías más graves y no se desata una campaña mediática como la actual?.Para algo han servido las pintas en el Degollado: como una catarsis que muestra la mentalidad clasista y autoritaria que anida en las mentes de muchos tapatíos.