Siempre he sido optimista, me gusta ver el lado positivo de las cosas, por las mañanas al levantarme pienso que será un día hermoso pues el estar vivo ya es ganancia, sin embargo en este día que escribo esta colaboración al leer en nuestro periódico El Informador vino el desencanto al enterarme por las noticias del lamentable estado en que quedo al cambiar el gobierno el municipio de Tlajomulco de Zúñiga, que forma parte de la zona conurbada de Guadalajara, Jalisco, México que es mi ciudad. Tlajomulco es la cabecera municipal y al frente del gobierno estuvo el que perdió las elecciones pasadas y que compitió para ser gobernador y pienso que dicho presidente fue el perdedor por las siguientes razones: 1. Por ser considerado “una ciudad dormitorio” para darle cabida a tantas personas que trabajan autorizaron e hicieron fraccionamientos sin ton ni son con infinidad de casas. 2. Esos fraccionamientos, por mala planeación quedaron alejados de los centros de trabajo y la falta de transporte hizo que de cada 10 casas 3 fueron abandonadas. 3. Al quedar solas se facilitó el robo y el saqueo de ellas a tal grado que en 5 meses robaron 264 fincas. 4. Es tanta la inseguridad que de 171,000 viviendas nuevas 57,000 han sido abandonadas y recalco el número 57,000 lo que propició que la mayoría estén desmanteladas pues también s e detectó en ese lugar la mayor cantidad de narcolaboratorios; pero como no quiero seguir siendo pesimista por lo dicho, mejor le cuento algo más amable. Una noche especial Cuando me siento cansado me voy a disfrutar a la naturaleza a la sierra de Tapalpa donde tengo mi cabaña en medio del bosque; en el pasado mes d e enero la montaña sufrió uno de los inviernos más crudos; hubo días en que amaneció vestida de blanco por lo cual los moradores para protegerse de las heladas se refugiaron temprano en sus casas y el que esto escribe hizo lo mismo, pero en la madrugada de uno de esos días cuando el torturador frío calaba y la luna llena estaba en todo su esplendor, ya acostado empecé a escuchar el lamento d e un solitario coyote que seguro llamaba a sus hermanos a la serenata nocturna; primero con un simple ladrido para enseguida, con un largo y prolongado aullido que rompió el silencio del frío amanecer para enseguida empezar el disímil aullido de los perros cantores del bosque que uno tras otro convirtieron la noche en una sinfonía. ¿Cuántos coyotes fueron? No podría decirlo; ¿le cantarían a la luna? No me consta pues por el frío no salía a mirarlos, ¿se quejarían por el intenso frío que a esa hora se sentía? Solo ellos lo supieron pero lo que sí es seguro es que, siguiendo sus instintos, como lo han hecho desde siempre en las madrugadas y cuando hay luna llena le cantan y se llaman para formar sus clanes que son distintos, pues a pesar de ser coyotes no todos son coyotes de la misma loma. De pronto, el encanto se rompió, se terminó la serenata, pues sus primos los perros del pueblo se unieron con sus ladridos y fue quizá lo que los ahuyentó; continuando el silencio que fue lo que permitió que su servidor y amigo conciliara el sueño interrumpido.