Pareciera una convención culturalmente constituida la manera en que personajes relevantes del quehacer artístico suelen ser relegados a un relativo olvido tras su muerte, por mucho que ésta se haya lamentado y por más que parezca que las buenas intenciones entonces expresadas fueran a concretarse en acciones que posibiliten el aprovechamiento del legado de determinados creadores.Esto ha sucedido en el caso del compositor jalisciense Hermilio Hernández (1931-2008), quien el pasado mes de abril cumplió ocho años de haber fallecido y, para quien en efecto, salvo esfuerzos puntuales de tipo personal, no se han organizado iniciativas que busquen hacer patente el reconocimiento que un músico de su trayectoria merece.Por una parte es verdad que ciertas cuestiones de índole privada no han facilitado la realización de proyectos ambiciosos que buscan el rescate integral de su producción, y en este sentido se puede tener cierta certeza de que por su propia trascendencia y cercanía dicha obra terminará valorándose y recibiendo el tratamiento que le corresponde. Pero también es cierto que que el maestro Hernández jugó un papel más que destacado en la historia reciente de la música de nuestro Estado a través de un trabajo continuo y prolongado que le llevó a colaborar de manera cercana con instituciones como la Universidad de Guadalajara, la Escuela Diocesana de Música Sagrada de Guadalajara, la Arquidiócesis de Guadalajara, la Universidad Autónoma de Guadalajara o el Ayuntamiento de Zapopan, ninguna de las cuales ha presentado un homenaje en forma a la memoria del insigne maestro, más allá del reconocimiento póstumo realizado por la Universidad de Guadalajara un par de meses después de su muerte.Así, la primera noticia que se tiene en este sentido es el festival de órgano que la Asociación Cultural Domingo Lobato Bañales ha impulsado —con apoyo del Ayuntamiento de Guadalajara— a manera de homenaje para Hernández, mismo que se está llevando a cabo todos los jueves de mayo por la noche en el templo de San Juan de Dios. Los programas incluyen por lo menos una obra del mencionado compositor y se incluyen charlas de apreciación relacionadas con la música a interpretar, el instrumento empleado, la histórica iglesia en que se realizan estas actividades y por supuesto, la vida y obra de Hernández.Se intenta así que una figura verdaderamente relevante mantenga la vigencia que merece, evitando que sus logros tengan que esperar innecesariamente el paso del tiempo para llamar la atención, y sentando de esta manera un valioso precedente que pueda contrarrestar esta innegable tendencia que tiende inmerecidamente su velo sobre tantos artistas.
