Viernes, 26 de Julio 2024

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Un Nobel que no fue: Charles de Gaulle

Por: María Palomar

Un Nobel que no fue: Charles de Gaulle

Un Nobel que no fue: Charles de Gaulle

La Academia Sueca, que cada otoño entrega el Premio Nobel de Literatura, mantiene sus archivos cerrados al público a lo largo de cincuenta años, así que apenas se dieron a conocer en las últimas semanas los documentos acerca de las deliberaciones de 1963, cuando finalmente ganó el premio el gran poeta griego Yorgos Seferis (1900-1971).
La Academia pide anualmente a varios cientos de corresponsales (escritores, académicos de distintos países, rectores de universidades o presidentes del Pen Club) que propongan a sus candidatos. En 1963, de ochenta escritores mencionados, veintidós eran “nuevos”: nunca habían sido propuestos. Entre ellos estaba el entonces presidente de Francia, el héroe de la liberación, Charles de Gaulle (1890-1970).


Antes de volver a la política y fundar la V República, De Gaulle había escrito varios libros, entre ellos sus Memorias de guerra (la traducción española está en La esfera de los libros), publicadas en tres volúmenes entre 1954 y 1959, que le valieron formar parte de la elite de los grandes literatos seleccionados para la colección de La Pléiade (y estar entre los autores que se estudian en el bachillerato en Francia). Sus Memorias de esperanza (en español las publicó Taurus), particularmente apreciadas por la crítica en términos de calidad literaria, vieron la luz años después (1970-1971). Nada habría tenido de raro, pues, que De Gaulle como memorialista de primera hubiera recibido el Nobel de literatura; por cierto que diez años antes el premiado había sido ni más ni menos que Winston Churchill, también extraordinario escritor.


Por último, De Gaulle no quedó entre los finalistas, que incluían a Samuel Beckett y a Pablo Neruda. Ambos serían premiados, el irlandés en 1969 y el chileno en 1971, pero posiblemente en 1963 el primero aún resultaba demasiado nihilista y depresivo, y en cuanto al segundo, todavía eran demasiado recientes sus encendidas loas al padrecito Stalin... Finalmente, la adjudicación del premio a Seferis fue justa y la debida a una literatura contemporánea alejada de los circuitos principales de la cultura occidental. Kazantzakis también lo habría merecido, pero nunca lo recibió. Elytis fue el siguiente griego en ganarlo, en 1979.


No sólo parece impensable en México, sino también en la Francia actual, que alguno de los cada vez más grises personajes de la vida política llegue a merecer un Nobel de literatura. Aquí, después de Vasconcelos y Yáñez no se ha visto por los círculos del poder ningún peso pesado como literato. En Francia el último de los presidentes con grandes aficiones y conocimientos literarios fue posiblemente Georges Pompidou, cuya antología de poesía francesa sigue siendo una de las mejores. Esto no quiere decir que Giscard o Mitterrand no hayan escrito: lo hicieron, y muy bien; ambos produjeron ensayos y el primero también novelas.


Del último presidente más o menos culto de México, que también escribió unas memorias, es preferible no acordarse.
 

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