Nos equivocamos en las proyecciones electorales. El llamado rebelde conservador ganó. La lealtad de la clase trabajadora con sus sindicatos y organizaciones liberales afines a los demócratas se desvanecieron ante la oferta de desafiar al sistema completo.El voto blanco superó en participación a las minorías, y las mujeres a los hombres; el resultado fue sorpresivo en Wisconsin, Michigan, Ohio y Minnesota. En el resto resultó conforme a lo previsto.Para México, el resultado es un desafío enorme. Primero porque las acciones de Trump no se van hacer esperar, las consecuencias y el daño económico y en el estado de ánimo está hecho y en marcha. Y segundo, porque supone una negociación de gran calado que se desarrollará en los siguientes meses.A la actual administración le corresponde la enorme responsabilidad de reconducir los términos de la relación con nuestro socio estratégico más importante. La negociación supone plantear una alianza económica, política y social, y redefinir sus alcances. Por lo tanto, es hora de fortalecer nuestra posición dentro del entorno desfavorable.Aunque la presidencia de Trump inicia en enero próximo, las consecuencias son inmediatas. Por eso fortalecer la presencia e influencia de México en el lobby de Washington es crucial. Ahora se vuelve a plantear en la agenda nacional de los Estados Unidos la relación estratégica con México, y eso es una oportunidad, como la que se presentó en la negociación inicial del TLC. Pero ahora tenemos ya una historia conjunta de gran dimensión social y económica.En aquel entonces se planteaba la construcción de un bloque comercial regional en Norteamérica, integrado para detonar la competitividad de las empresas de la región. Esto permitió una reconversión industrial y de los negocios que benefició a las tres naciones, especialmente a las empresas vinculadas al sector exportador de las tres naciones, cada una en su proporción.Ahora el tema es plantear si esa alianza sigue siendo útil y cómo. Como en aquella ocasión la resistencia mayor viene de los sectores sociales que se sienten afectados, entonces los sindicatos y ahora son los propios trabajadores manifestantes políticamente por una presidencia proteccionista inspirada en un nacionalismo fortalecido.México requiere ahora del talento de los hombres que conocen la relación con Estados Unidos, y el funcionamiento de las palancas de poder económico, financiero y político de nuestros vecinos. Como en ninguna otra ocasión en la historia, México será un tema de política interior en la agenda política estadounidense. Como nunca antes la relación con Estados Unidos se convertirá en uno de los ejes de la agenda política, económica y social, y eso nos llevará a conocernos mejor. Paradójicamente el solo triunfo de Trump produce ya mismo que los ojos de ambas sociedades se vuelvan a mirar y a hablar de fondo.El Gobierno de México y los tomadores de decisiones aquí tienen la responsabilidad de actuar con visión de futuro en defensa de los intereses nacionales. Y esos intereses estratégicamente no están en cerrar los ojos, meter la cabeza bajo la tierra, o fomentar un nacionalismo que nos aleje. Sino en enfrentar los hechos, tener flexibilidad para actuar con rapidez y ser capaces de fortalecer la unidad nacional para enfrentar una negociación de enorme importancia geopolítica.Esto supone también un cambio completo en la agenda de política interior en México y en la estrategia de cara a la elección presidencial de 2018. Tenemos una realidad repentinamente distinta con riesgos y oportunidad que hace apenas unos meses no imaginábamos, y el terreno de la acción está en Estados Unidos y en México.
