Por Sergio AguirreTal como lo adelanté la semana pasada, las estrategias políticas que describe Dick Morris en su libro Juegos de poder, a saber; a) mantenerse fiel a sus principios, b) triangular, c) dividir al adversario, d) reformar al propio partido, e) utilizar una nueva tecnología y f) movilizar a la nación en tiempos de crisis, los políticos mexicanos en estos tiempos de campañas, las utilizarán todas en mayor o menor medida y con o sin éxito. Sobre la segunda de ellas; el triangular —consistente básicamente en asumir alguna posición característica del adversario como propia—, parece que en ninguna de las campañas presidenciales se ha utilizado como estandarte, por lo menos de 2000 a la fecha. Quizá ello se deba a que si bien, la triangulación también se plantea como solución a situaciones de “inmovilismo”, el propio sistema político (como ya muchas veces se ha señalado aquí, al servir más de catalizador de afrentas que de acuerdos) fomenta el oportunismo que impide la materialización de la estrategia: es de moneda corriente, el ir en contra de la propia posición política. En otras palabras: no se puede triangular porque somos “contreras–cizañeros”. La prudencia –para muchos el único vínculo entre la moral y la política–, dictaría que en caso de que el adversario asuma una posición propia, se obre en consecuencia y no se contradiga. Pero estamos en México. Aquí la falta de congruencia se dispensa con extraordinaria facilidad. ¿Cuándo nos tocará ver algo de grandeza y altura de miras donde veamos, por ejemplo, al candidato Peña Nieto, —no prometer—, sino echar hacia adelante desde ya, una reforma política que permita una verdadera transición (dejando detrás las tentaciones regresivas o reaccionarias antidemocráticas) o el destierro del sindicalismo gandalla como el desplegado en la educación o el sector energético? ¿Al candidato López Obrador abriendo sectores hasta hoy sólo permitidos para beneficio de las burocracias, liderando una reforma laboral de avanzada o una integración aduanera con los Estados Unidos? ¿Al candidato o candidata panista, luchando por un sistema tributario más equitativo (uno de los tantos problemas del mismo) y el respeto de minorías sexuales? En fin, el arte de triangular no se nos da. Requiere la aceptación, de que quizá la posición del otro tenga algo de razón. También, de una congruencia con las posiciones propias. Para nuestra desgracia, sobra incongruencia y sobra petulancia. La mezquindad abunda. Gripa que fue gripa y no pulmonía En días pasados Banker, del Financial Times, designó a Agustín Carstens como el mejor banquero central del mundo en 2011. Más que merecido reconocimiento. Si bien su comentario sobre la “gripa” refiriéndose a los efectos en el país de la crisis de 2008 (siendo aún secretario de Hacienda), en un principio se tomó como un desatino, con el tiempo quedó demostrado que el manejo económico del país en este sexenio ha sido sobresaliente. Aún con la ausencia de reformas estructurales y un clima de violencia nunca antes visto, al compararnos con la Eurozona y Estados Unidos, ellos tienen pulmonía y nosotros una simple gripa. Para que ello continúe así, se requieren con urgencia las reformas que todos entienden ya como necesarias, y por supuesto no jugar irresponsablemente con el déficit.