Viernes, 26 de Julio 2024

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Todos somos Pachecos

Por: Benito Taibo

Por primera vez en mi vida monté una guardia de honor junto a un féretro. Fue el lunes pasado en el homenaje de “cuerpo presente” que se le hizo a José Emilio Pacheco en la gran sala del Colegio Nacional.

Debo decirlo, fue tristísimo.

Y mientras estaba de guardia en silencio junto al poeta David Huerta, mi editora Nubia Macías y otros amigos, todos tan apesadumbrados como yo mismo, no pude mas que dejar que mi memoria fluyera libre y me trajera al José Emilio vivo, al que tanto queremos.

Así, sin salir del Colegio Nacional, me transporté de golpe y porrazo a una mañana de finales de noviembre del año 2009 estando en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, mi segundo hogar.

Me despertó Imelda, mi mujer, muy temprano por la mañana, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Le dieron el Cervantes a José Emilio!

Y recuerdo que semidormido todavía, en pijama, me senté en la cama y aplaudí.

José Emilio Pacheco, gloria nacional de nuestras letras, mejor persona, generoso como pocos,  y amigo de la familia desde tiempos inmemoriales, iba a ser distinguido con el llamado “Nobel de Literatura de la Lengua Española”. Honor merecidísimo para ese personaje tímido y maravilloso, sólido como un roble en cuanto a sus ideas políticas, trabajador incansable, corregidor perpetuo de sus textos magníficos y sobre todo, una buena, buena persona. Un gigante noble, metafórica y estrictamente hablando.

Media hora después ya estábamos en la sala de prensa de la FIL, fraguando un plan. Myriam Vidriales, mi “hija” adoptiva se sumó inmediatamente y puso manos a la obra.

Debían ser las diez de la mañana. José Emilio daría una conferencia de prensa  a la una de la tarde. Por los pasillos de la feria todo el mundo sonreía complacido por la decisión de ese “Cervantes”.

Do horas después estábamos listos. Llevábamos una camiseta negra con letras blancas que decía Todos somos Pacheco “s” que Myriam diseño y mandó a hacer a la velocidad del rayo.

Nos vio José Emilio desde lejos, sonrió y bajo la cabeza, humilde como siempre.

Era nuestro particular homenaje a un grande entre los grandes, a uno de los nuestros.

Le dimos camisetas a muchos que aún conservan. Cristina, su mujer, nos preguntó si habría alguna con “escotito”. Nos reímos como locos.

El lunes, en el Colegio Nacional, haciendo silenciosa guardia de honor junto al féretro de JEP, yo la llevaba puesta debajo de la camisa y el suéter.

Lo vamos a extrañar…

Hoy más que nunca, Todos somos Pacheco “s”.
 

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