Hay quien se desanima muy pronto, cuando se propone salir de una adicción. Y por eso es tan importante gozar de una noble y positiva determinación para luchar, con todo, para alcanzar la anhelada meta. Muchos adictos parecen más disciplinados y obsesivos para ejercer su viciosa tarea de ser adictos, y no aplican la misma persistente rutina para salir del hoyo. En esta reflexión, queremos ahora invitar a que recuperemos la convicción de continuar con el propósito de vencer la crónica y destructiva adicción, que la mayoría de las veces, acaba por deteriorar la calidad de vida. La palabra convicción nos remite a una experiencia que se tiene sobre un asunto, situación, suceso o conocimiento. Es estar con la certeza de que se tienen argumentos y razones para creer o realizar algo. Existen principios que sustentan un determinado pensamiento. Y tiene que ver también con el hecho de querer cumplir con una promesa, a la que uno mismo se ha comprometido. Una persona que tiene convicciones y está convencido de lo que quiere, regularmente logra alcanzar sus objetivos. En cambio, quien es tibio y titubea con sus propias promesas, acabará sucumbiendo ante ellas en una derrota, de las que muchas veces no se suelen levantar. De aquí la importancia de estar constantemente alentando y dando el entusiasmo necesario para que no se dejen vencer fácilmente por su adicción. Un adicto suele ser vulnerable en esta área. Le cuesta mucho trabajo ser firme y decidido a encontrar ayuda y a luchar con determinación y constancia para vencerla. Necesita de la CONVICCIÓN, que le pueden trasmitir las personas cercanas, y recordarle que sí se puede salir adelante, aunque las cosas nos parezcan fáciles. Recordemos que el pesimismo también juega un papel importante, es una constante mentalidad negativa que arroja a sentirse derrotado e impotente, para lograr superar las dificultades que se van presentando. Tengamos más paciencia con los que padecen de una adicción y sepamos ser muy oportunos para trasmitirles esa deliciosa convicción de que una lucha persistente llegará a dar frutos en un momento, tal vez inesperado. Pero para trasmitir convicciones, uno mismo debe también estarlo.