Es imposible querer pensar en superar una adicción, si no se tiene al menos un mínimo de esperanza de que se puede lograr.El poder de la esperanza es vital en el empeño que nos conduce a realizar muchas cosas en la vida, se convierte en una fuerza especial que nos motiva a ir todos los días, con disciplina, tras de un objetivo del cual estamos convencidos de que algún día lo lograremos, y eso es tener esperanza.Desde luego que tiene que ver con la palabra esperar, es decir con una capacidad llana, simple y humana de tener disponibilidad a que las cosas sucedan, poco a poco, y con el tiempo, a ir progresivamente logrando aquello que uno se propone.Por eso hay personas, que con mucho acierto, nos dicen que la esperanza es lo último que debemos de perder.Los adictos la suelen perder mucho y caer, incluso, en la desesperanza. En una especie de desilusión por la vida y en la incapacidad de creer en sí mismos y en la realidad de que algún día se podrá lograr lo que están deseando conquistar.Al iniciar un proceso de recuperación, es indispensable contar con la esperanza y ésta no puede estar lejos de una profunda convicción de que espiritualmente se tienen los recursos necesarios para poder lograr la meta que uno se propone. Particularmente, la de dejar de ser adicto y ya no tener la tentación de volver a caer en aquello que se quiere dejar de vivir.Se da esperanza en la vida, cuando además de uno mismo convencerse, de que lo va a lograr, se escucha, constantemente, la voz de los que nos rodean, de que sí lo vamos a poder hacer y de que de alguna forma hay una fuerza más allá, que nos ayuda a conquistar nuestras debilidades.Es aceptar que solo no se puede fácilmente, y que con la ayuda de los demás, aumenta la firmeza y la fuerza para salir de nuestros problemas en forma optimista.Por eso hay que dar y recibir esperanza.