Domingo, 02 de Noviembre 2025
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Temas para reflexionar

Por: Flavio Romero de Velasco

Apoyado en las tesis falsas de la superioridad de la raza aria, Hitler impulsó la descabellada idea de que el superhombre ario había fundado las antiguas Roma y Grecia, basando en ellos su política racista y genocida.

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Cuando creó el partido nazi en los años 20 del siglo pasado, Hitler se lamentaba de que Alemania careciera de un pasado glorioso. El superhombre ario merecía antecesores más vistosos que los feroces guerreros nórdicos ataviados con toscas pieles y cascos con cuernos. Ajeno a cualquier escrúpulo académico, Hitler decidió dar más lustre al pasado alemán, planeando un gran engaño para demostrar que los pueblos germánicos habían sido creadores de las culturas más antiguas, con el objeto de cimentar la idea de un lugar común  para los arios, una raza superior nacida en el norte de Europa, que se había trasladado miles de años a Sumer, Egipto, Grecia y Roma. Aquella impostura que afirmaba que toda la grandeza de la antigüedad provenía en su origen del norte de Europa, dotó de raíces prestigiosas a la supuesta raza aria. El ficticio panorama histórico, afirmaba que el superhombre ario había construido Olimpia, la Acrópolis de Atenas, el panteón de Agripa en Roma y otras joyas monumentales de la antigüedad. Siguiendo el mismo razonamiento enfermizo, historiadores nazis afirmaron que Fidias, Pericles y el emperador Augusto, los tres rubios y de ojos azules, habían sido descendientes de los primeros germanos puros que salieron del Norte de Europa para asentarse en suelo mediterráneo…La hipótesis del origen germano de la cultura indoeuropea, fue absolutamente erigida en dogma por Hitler y el Partido Nacionalsocialista. Veían en la tesis oriental de una ascendencia india un insulto, porque privaba a los germanos de su prestigio y protagonismo en el mundo clásico…

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En su locura, Hitler ordenó la inmolación colectiva tras su derrota ante las razas inferiores en la Segunda Guerra Mundial.

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Nostradamus fue un personaje que, con sus predicciones, cubrió no sólo el siglo XVI y los posteriores. Su fama procede de un extraño don que le permitía entrar en un estado de trance, durante en el que supuestamente experimentaba visiones que después plasmaba en sus célebres cuartetas (quatrains). Eran vívidas premoniciones de acontecimientos futuros, algunos de ellos tan alejados de su tiempo, que él mismo los fechó cuatro siglos más tarde. No era un sabio, ni un místico, ni un exaltado, sino un visionario, uno de esos raros personajes que son dominados por una fuerza cuyo origen ignoran y que termina poseyéndolos.

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Algunos sectores eclesiásticos percibieron en sus profecías un tufo de inspiración satánica. Murió a los 63 años, en 1566, dejando al mundo sus discutibles predicciones y el misterio de su don que no ha dejado de inquietar a varias generaciones.

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El movimiento subversivo de los estudiantes franceses comandado por Cohn Bendit en contra del presidente de Francia, general Charles de Gaulle en 1968, estuvo a punto de derribar su régimen. Los lemas estudiantiles provocaron estupor por su audiencia y novedad: “Al carajo con la felicidad”. “Prohibido prohibir”; “Sean realistas: ¡Pidan lo imposible!”. “Usa el cerebro tantas veces como te abres la bragueta”.

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Era político nato el abate Maury quien, ascendido a cardenal por Napoleón, dijo: “Yo no miento jamás, excepto cuando hablo en el púlpito”.

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Muchos hombres públicos, al abrir la boca, sólo hacen una triste declaración de sus capacidades políticas.

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La proximidad de un periodo de vacaciones que me libere temporalmente de las diarias servidumbres y obligaciones hace que con gusto me apreste a inaugurarlas para descansar de ser yo, porque no deja de ser cansadísimo y hasta monótono ser uno mismo a toda hora.

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