Jueves, 25 de Abril 2024

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Sherezada mágica

Por: Jaime García Elías

Sherezada mágica

Sherezada mágica

Bien tocada –como fue el caso–, Sherezada conserva, íntegro (enriquecido, además, por la nostalgia), el encanto que desde su estreno, en 1888, le ha permitido seducir, a favor de la buena música, a infinidad de melómanos.

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La celebrada suite sinfónica Op. 35, de Rimsky Korsakov, que por sus dimensiones (45 minutos), su estructura (cuatro pasajes inspirados en los cuentos de Las Mil y Una Noches, equivalentes a otros tantos movimientos), su extensa y variada instrumentación y su aliento, compite ventajosamente con muchas sinfonías de otros autores, fue la cereza en el helado en el cuarto programa de la segunda temporada 2017 de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), la noche del jueves en el espléndido Palacio de la Cultura y la Comunicación (PALCCO).

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Sascha Goetzel, como director huésped, a despecho de sus gestos a veces excesivos, en lo estrictamente musical tuvo un desempeño magistral. Sacó partido tanto a la hermosa partitura como a los alcances actuales del ensamble –la solvencia de las cuerdas, la brillantez de los metales…– y a las virtudes de los instrumentistas a los que el autor obsequió, con prodigalidad ejemplar, solos propicios para el lucimiento. Así, Iván Pérez (concertino), Rolando Fernández (cello principal), Cristóbal Acosta (fagot), Jeslán Fernández (clarinete) y Marcos Cruz Pardeiro (corno) se ganaron, con creces, el generoso aplauso adicional de la concurrencia al final de la velada.

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Otro tanto sucedió en el Concierto para violín y orquesta Op. 14, de Barber, incluido en la parte central del programa. “Un nuevo (Maksim) Vengérov”, expresó uno de los asistentes (Carlos Suárez) del solista Philippe Quint, en alusión, principalmente, a la capacidad de ambos para transmitir a la audiencia, merced a su técnica depurada y sus dotes interpretativas, el mensaje del compositor, aun en obras como la de Barber (desconocida, probablemente, para la mayoría de la concurrencia). La orquestación –mérito, también, de Goetzel– fue pulcra, y el inspirado solo de oboe del segundo movimiento, a cargo de Jorge Rivero, impecable.

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La velada se abrió con la Polonesa y el Vals de la ópera Eugene Oneguin, Op. 24, de Tchaikowsky, con leves excesos sonoros de los trombones, que luego se corrigieron.

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Entre lo criticable, la falta de programas de mano... y los aplausos (no por entusiastas menos inoportunos) del público a media “Sherezada”. La repetición del programa, este domingo, a las 12:30 horas, en el Teatro Degollado.

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