Muchos tapatíos se quejan de que los involucrados en un accidente, se quedan sin mover sus autos del lugar del percance. Especialmente para que lleguen los encargados de las aseguradoras. La verdad, esto es un atropello a la movilidad, es un acto de insensibilidad para los demás automovilistas y un bloqueo de la vía publica. Especialmente en las horas pico, le rogamos a los ángeles protectores del transporte urbano, que no surja un accidente durante el trayecto, porque todo se colapsa. Aunque los reglamentos de tránsito lo consientan, el hecho es un estropicio torpe y de mal gusto. Simplemente da coraje ir a vuelta de rueda, y todo porque un par de vehículos se han dado un golpe, en muchas ocasiones, de insignificante alcance. Eso sí, los involucrados esperan el tiempo que sea necesario, perdiendo muchas actividades y compromisos, porque hay que atenerse a las ridículas exigencias de los criterios de tránsito o de las aseguradoras. La realidad, primero está el bien común, así que en un accidente lo más importante es mover los vehículos a donde no estorben y luego averiguamos, quién fue el culpable y cómo sucedieron los hechos. Hay quien dice que todo se debe a la desconfianza que existe de las versiones de lo que pudo suceder, que la gente es muy mentirosa, y que por ello hasta no ver y no constatar los hechos, no se le fincan responsabilidades a los conductores. Así, mientras tanto los que transitan por esas avenidas tendrán que soportar todas las penurias, debido a las imprudencias de unos cuantos. ¿Qué no habrá manera de acabar con semejantes estorbos? Urge que nuestra ciudad no esté bloqueada por los percances de aquí y de allá. Si ya de por sí estamos invadidos de miles de monstruos del transporte, ahora agregarles mas obstáculos, junto a los ya incómodos baches, topes y semáforos. Como que no es justo.
