Como una pastorela de Navidad los migrantes viven cada año vicisitudes sin fin para poder ver a sus familias a pesar de los problemas y la distancia, duro camino para acercarse un poco. Porque para estar cerca de sus afectos, de sus creencias, la Virgen María y el niño Jesús, su Belén emocional, los migrantes lo sortean todo, desde las tradicionales tentaciones del diablo y los robos fariseos, hasta las agresiones del Herodes intemporal.Porque los migrantes han sido corridos por los malos manejos económicos de los sucesivos gobiernos del país donde nacieron, obligándolos a salir de sus comunidades en busca de un poco de mejora. Porque el dinero que los migrantes ganan con un alto costo es lo que sostiene a la economía de esos mismos gobiernos que los sigue corriendo...dolorosa paradoja que agravia y lastima. Poca vergüenza de quienes apoltronados en las sillas del poder, los modernos Herodes, nivelan el ingreso de gobiernos corruptos que no han sabido despegar económicamente y dependen de las remesas como el más importante ingreso nacional.Y la peregrinación inicia, primero venciendo el temor de que les cierren la posibilidad de regresar al ‘otro lado’, ahora con un obstáculo agregado: las amenazas de deshacerse de ellos del nuevo dirigente del imperio en turno. Nación que se beneficia de las deficitarias condiciones salariales que los mexicanos indocumentados cobran por sus largas jornadas. Mano de obra buena y barata, ganga para explotar que sin ser reconocida sostiene gran parte de sus ingresos.Lo que sigue para los migrantes en el camino de esta pastorela es el miedo, transitar por carreteras donde la delincuencia organizada los toma de rehenes y la Policía Federal, ángeles de protección que han dejado el paraíso de su deber para vivir en el infierno de la corrupción, del abuso, de la deshumanización...los agrede. Unos y otros los amenazan, unos y otros los roban.Kilómetros adelante respiran, han pasado de todo: mordidas, extorsiones, el riesgo de sus vidas protegidos sólo por el valor que les da ver a sus familias. Pero los peligros aún los acechan, porque el diablo sigue resuelto a no dejarlos llegar a su Belén familiar. Pasaron obstáculos mil, pero aún les falta la revisión de los fariseos, retenes de pago tributario...porque todos los regalos que los emigrados, con grandes sacrificios, han comprado para sus familias deben ser tasados, pasados por la báscula, lana ambicionada, por quienes se quedaron en la comodidad del erario, que debe ser esquilmada, acto oficial de su publicitada ‘bienvenida’, agravio más allá de las palabras y los folletos de un gobierno que usa y abusa de los migrantes peregrinos.“Señor, no se la lleve la pantalla, es para mi viejita, ya no sale de su casa y es su única entretención... ¡Déjese de tonterías! ¡O paga o se la decomiso! Así, unos pagan, pero otros dejan la mercadería con lágrimas en los ojos, llegarán a Belén con las manos vacías, ni incienso, ni mirra, sólo vejación. Y la ordeña sigue. No es suficiente que este país se alimente de ellos, no es suficiente que gracias a su sacrificio este gobierno no esté en bancarrota, hay que drenarlos hasta la última gota.Al final de esta triste pastorela, algunos llegan. Jesús y María llenos de alegría los reciben junto a sus familias con profundo amor, ese que les debe bastar para el camino de regreso...ese que los sostendrá para enfrentar en enero las medidas que el nuevo César imponga.
