Viernes, 21 de Noviembre 2025

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Pena Llanera

Por: Francisco Baruqui

Tengo en Venezuela entrañables amistades. Hace dos días me pusieron al tanto de cómo está el país preguntándome mi opinión de qué podrá suceder, cuando la sorpresa impactó el ánimo de los venezolanos, toda vez que el triunfo ajustado de Nicolás Maduro sobre Henrique Capriles sembró desconcierto en el chavismo con la diferencia de 1.5%, unos 200 mil votos, que separaron al cachalote, —que decir “delfín” sería calificación refinada—, de Chávez, el impreparado chofer Maduro, con participación de un 79%, cuando el fallecido militar con el mismo contrincante, tuvo una diferencia entre 10 y 15 puntos, estableciéndose un trasvase por demás palpable de votos chavistas al repetido opositor.

Desglosando, sin el carisma demagogo del caudillo, Maduro recibió la bendición de su mentor, el poder económico del Estado y el aplastamiento de los medios de comunicación controlados, dentro, todo, de un ambiente emocional generado por toda la parafernalia funeraria del al fin, por fin y en fin fallecido Hugo Chávez, mas lo cierto….

Lo cierto es que la hermana república bolivariana es un auténtico caos. Caos en verdad con una herencia por una presidencia acendrada en la mitad de una población de mano extendida, comprada en sus votos con subsidios que han hundido al país que enfrenta una inflación ya incontrolada, aunada a la manifiesta falta de bienes de consumo y de energía eléctrica y un elevadísimo registro en la tasa de asesinatos y crímenes más alta del planeta.

Algunos piensan que las exportaciones petroleras son las que mantienen a la nación bolivariana, pero una realidad por demás fehaciente es la palpable declinación que se padece.

Y padecimiento por demás grave, muy grave, tal vez, —el tiempo corto lo dirá, gravísimo, es el profundo surco de la honda y preocupante división política de la sociedad venezolana, cuando visto está quedando, que al margen que el modesto camionero ungido para la presidencia, que mira la aparición de su progenitor político en forma de pajarito que al oído le habla, —¡cónchale con la babada...!  como en la llanura se dice—, avizora que el chavismo simple y llanamente no sobrevivirá sin Chávez.

Y escribo esto porque tras de la espectacularidad misteriosa que enmarcó la muerte del milico sureño, aunado a la emoción sensiblera que campeó por esos días, el desencanto llegó erosionándose su movimiento “libertador” con una votación que ha partido por mitad a la tierra de Bolívar. Enfatizo en esto cuando la verborrea política se fundamenta en el pueblo cuando éste, el pueblo mismo, se encuentra tan dividido como dividido en el hoy está.

La debacle económica marca una severa crisis que día con día crecerá, cuando dos devaluaciones en apenas tres meses, añadiendo el desplome de la producción de petróleo al carecer de inversión, y clara escasez alimentaria con el despilfarro que hizo Chávez con el oro negro manteniendo a “hermanos caribeños” como Nicaragua y Cuba, obligará a un cambio en la política exterior a fin de sortear la que ya se sufre en la política interior.

Y…  PENSÁNDOLO BIEN.

Y…  PENSÁNDOLO BIEN, paciente lector mío, si no lo sabe entérese y si lo conoce recuérdelo, que la bellísima canción venezolana Alma Llanera es el segundo himno del país hoy en desgracia…
Visto lo visto, otra canción llegará intitulada…  Pena; sí, "Pena Llanera…".  
 

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