Martes, 20 de Mayo 2025

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Otras formas de patrimonio

Por: Eduardo Escoto

Otras formas de patrimonio

Otras formas de patrimonio

En la actualidad, cuando se habla de patrimonio documental la mayor atención la siguen recibiendo las representaciones gráficas, referenciales o simbólicas en las que de forma directa se puede encontrar información relacionada con las actividades y manifestaciones propias de un determinado entorno cultural. El concepto de documento sigue ligado al papel y, en el caso concreto de la música, a la partitura, aunque ésta represente sólo una parte específica del quehacer musical.

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Pero aunque parezca obvio, debe recordarse que en muchos casos esculturas, pinturas, grabados, cartas, fotografías, material hemerográfico, etc., pueden ser considerados como documentos musicales, además de los registros de tipo audiovisual que se hicieron posibles desde principios del siglo XX.  La capacidad de capturar para su posterior reproducción un fenómeno tan especial como el musical —que en esencia está marcado por su efímera existencia temporal— provocó una inevitable fascinación que en principio se aprovechó con un claro interés documental.

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Pero el poder escuchar la música sin tener que coincidir con el entorno en el que se dio su ejecución demostró ser  comercialmente viable dando paso también a toda una industria que ha ido generando productos y contenidos específicos. Así, hoy en día existen incontables registros fonográficos y audiovisuales de diferentes hechos musicales, documentos de incomparable valor para el estudio de la cultura que sin embargo, siguen manteniendo una estimación de segunda clase.

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Justo el día de ayer se celebró el día del patrimonio audiovisual, conmemoración internacional impulsada por la UNESCO en el año 2005 “como mecanismo para concienciar al público sobre la necesidad de tomar medidas urgentes y reconocer la importancia de este tipo de documentos”.

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Pero, ¿cuál es la situación que en nuestro entorno inmediato guardan este tipo de acervos?, a simple vista sobresale la dispersión, estrechez y la falta de difusión, el centralismo sigue imperando y así por ejemplo una institución como la Fonoteca Nacional no tiene derivaciones locales, aunque se facilite cada vez en mayor medida la consulta a distancia. Tampoco se cuenta con algo parecido a la Fonoteca del INAH o del CENIDIM, ni en contenido ni en la calidad de actividades de vinculación y formación que ofrecen.

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Las fonotecas existentes pertenecen en su mayoría a centros educativos, cuyos usuarios han decidido en muchos casos prescindir de su uso por la inmediatez que ofrece internet, a riesgo de perderse el hallazgo de materiales de importancia que por diferentes circunstancias sólo podrían encontrarse en dichos acervos. Si esto no se corrige a tiempo la pérdida patrimonial será en algún punto irreversible, y en el mejor de los casos habrá que conformarse con alguna réplica, renunciando a una parte sustancial de nuestra cultura.

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