Viernes, 23 de Mayo 2025

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Obligación moral

Por: Lourdes Bueno

Obligación moral

Obligación moral

En todas las guerras, los intereses económicos en su más descarnada versión, resultan una enorme cantidad de civiles lastimados, expulsados de su territorio para salvar lo que les queda de vida. Exiliados por conflictos bélicos en el mundo que tanto León Felipe como Manuel Machado plasmaron sentimientos de pérdida total, en bellísimos poemas que, hasta el día de hoy, conmueven a sus lectores. Esta vez, la muerte habita en Siria, país peleado entre lo más beligerante de Medio Oriente y lo más impune de Occidente.

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Y aunque se siente bien que la canciller Merkel abogue por los refugiados de guerra, que busque integrarlos y ofrecerles empleo. Aunque se sienta bien que haya pedido a todas las naciones europeas recibir una cuota de familias laceradas por la guerra, lo dicho no es suficiente. Porque esas personas no debían ser exiliados; porque esos desplazados no debían estar en esta situación, si la guerra no fuera atizada por los intereses creados de dos polos que se disputan el pedazo de carne que Siria les representa.

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Porque es encomiable que Austria dé cobijo a los emigrados de Siria, que Venezuela les ofrezca ingreso o que México se plantee, qué bueno, la posibilidad de recibir familias afectadas por la guerra, primero por solidaridad humana y luego porque este país ha sido beneficiado por la migración, primero de españoles en la Guerra Civil y luego de chilenos en la época de Pinochet.

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Y sí, se toma a bien, pero falta. Falta la voz fuerte de la comunidad internacional para detener esta guerra plagada de intereses que atropella la vida humana en aras del botín de guerra. Faltan las voces de Alemania, de Europa, para frenar la guerra. Faltan las voces de Estados Unidos, Israel, los países árabes, y los países musulmanes para elaborar acuerdos que lleven a la paz en ese sitio explotado por el fuego y por la ambición. Falta.

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Porque en ese carrusel que gira la búsqueda de poder económico —y político— la ruleta hoy se detuvo en Siria, pero mañana puede ser otro país, cualquiera. Ya fue Bosnia, ya fueron demasiados países de África con matanzas que indignaron en los periódicos, pero que no movieron a la comunidad internacional para detener las atrocidades, ni la guerra.

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Porque en el intento por limpiar conciencias, cuando todo acaba, cuando la muerte sentó sus reales, entonces llegan los ganadores con juicios a quienes se quedaron con la culpa, escenografía que esconde la silente complicidad cuando se pudo hacer más, mucho más.

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Porque la historia relata de barcos cargados de judíos, durante la Segunda Guerra Mundial, que no fueron recibidos en ningún país, barcos rechazados por todos, también por Estados Unidos aún sabiendo que les costaría la vida… Porque la historia registra cómo las potencias actuales se benefician de —y a veces arman— estos conflictos, sacan tajada para luego levantar sendos espectáculos con sentencias a los ejecutores.

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Es por ello que al final, sí, es encomiable que dada la situación de los desplazados de guerra, algunos países los reciban; ojalá haya más naciones que abran sus fronteras ante este dolor. Pero falta. Falta el ya basta para la depredación en aras de los intereses económicos. Falta el consenso mundial para poner límite a estos conflictos donde los civiles ponen vida y sangre, y otros ganan el botín. Porque al final, falta la obligación moral de acabar con las guerras que, como ésta, dejarán ganadores externos y una gran desolación en la población.

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