Martes, 03 de Diciembre 2024

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“Nos dejaron morir”

Por: Carlos Loret de Mola

“Nos dejaron morir”

“Nos dejaron morir”

Respiró hondo. Sacó el aire de golpe y dijo: “Aquí fue donde empezó el suplicio”. Afinó la vista en sus ojos oscuros y pequeños, resguardados por lentes de marco negro y grueso cristal de graduación, se rascó la barba oscura en forma de candado, y vestido de traje completo en medio del calor de más de 30 centígrados bajó de la camioneta para pisar Tláhuac casi siete años después de que lo lincharon y estuvieron a punto de matarlo.
Édgar Moreno Nolasco no había hablado a ningún medio de comunicación desde la noche del 24 de noviembre de 2004, cuando dijo a cuanto micrófono se le acercó que no era secuestrador, que no tenía a ningunas niñas, que era policía federal preventivo, que les pasaba por celular a su jefe para que lo comprobaran, que lo dejaran vivir por favor. Tenía la cara ensangrentada a golpes y el cuerpo deshecho por dentro —“como si te hubiera pasado un camión encima”, le diagnosticó un doctor después— porque la gente lo había linchado. Reportajes revelaron que los tres PFPs que fueron a San Juan Ixtayopan esa tarde —dos murieron, uno sobrevivió— investigaban apoyos a grupos radicales (frente de masas, en la jerga oficial) y éstos, al verse descubiertos por los agentes, azuzaron al linchamiento acusándolos de un secuestro infantil que jamás ocurrió (Moreno explica que una célula de la PFP encabezada por Jesús Berman Pulido estuvo en la zona unos días antes, fue descubierta y dejó en alerta a los investigados). Cuenta que, ya capturado por la población enardecida, hizo tres llamadas, dos de ellas a su jefe directo, Miguel Ángel García Lugo, quien le prometió una ayuda que nunca llegó. Tampoco intervinieron los policías del DF que estaban ahí ni la delegada Fátima Mena que hizo una breve visita y salió huyendo. “Nos dejaron morir”, reflexiona Moreno Nolasco, sentado junto al poste donde le intentaron fracturar el brazo, en la misma banqueta donde un sexenio atrás vio morir quemados a sus dos compañeros. No da nombres “para no herir susceptibilidades”, pero asiente cuando yo enlisto a esos mandos de entonces: Ramón Martín Huerta de SSPF, José Luis Figueroa de PFP, la delegada, su jefe directo, López Obrador como jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard en la SSPDF, Damián Canales en la Judicial capitalina. Es un tipo serio, adusto, seco al hablar, que no hace bromas y difícilmente cambia el tono de voz. Le pregunté de su vida, de cómo murió su padre en una tragedia aérea, de cómo se volvió policía, de Tláhuac metro a metro, minuto a minuto, del medio año que pasó hospitalizado después, de cómo lo escondieron en México y en Madrid, de su mejor vida ahora en España. Algunas cosas se las pregunté dos y hasta tres veces. En distintos momentos y días. Respondía igual. Con el mismo tono, los mismos acentos, la misma tranquilidad, hasta con las mismas palabras. Saciamorbos Y ahora puso a su nefrólogo de director médico del ISSSTE. Es sabido que la dependencia, por lo menos políticamente, le pertenece.

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