Jueves, 05 de Diciembre 2024

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Noruega enfrenta su pasado

Por: El Informador

Admiro al pueblo noruego por muchas razones: su arte, su historia, su sobrevivencia y muchas más. El pasado viernes, al enterarme sobre los atentados en Oslo y posteriormente en la isla de Utoya, me puse a reflexionar sobre el neonazismo que le ataca, sintiendo el dolor solidario hacia estas gélidas tierras. La cercanía geográfica entre Alemania y Noruega causó, en los días previos a la Segunda Guerra Mundial una efervescencia hacia la doctrina nazista más allá de lo que sucedería en otras latitudes más distantes, pero no olvidemos que en su momento el nazismo fue considerado un milagro capaz de levantar a un pueblo que cargaba con el rigor de los tratados de Versalles, en una economía pujante. No es extraño encontrar personas de la tercera edad aquí en Guadalajara que confiesen: “En ese entonces, todos éramos nazis, así como en los años 70 todos éramos socialistas de café”. Noruega no podría negar que su cercanía geográfica, le hizo un punto de recepción de influencia ideológica durante la preguerra. Sumenos a esto su histórica enemistad con Rusia e Inglaterra y tenemos un pueblo en peligro ante la invasión de la propoganda de Goebbels. El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial polarizó al pueblo noruego en dos bandos diferentes: los nacionalistas y los colaboracionsitas, entre los cuales se puede contar a gente como el entonces primer ministro Vidkun Quisling, hasta el ptremio Nobel de literatura 1920, Knut Hamsun, que le obsequió su galardón áureo a Hitler mismo. Las instalaciones portuarias noruegas, su industria (la importancia de la fábrica de Agua Pesada Norsk Hidro en las investigaciones nucleares alemanas) y sus fiordos, protectores de navíos de guerra, le convirtieron con el beneplácito de unos y el repudio de otros, durante el capítulo de la ocupación por las tropas alemanas. La polarización entre nacionalistas y colaboracionsitas no terminó con la desocupación y los juicios donde a los ya entonces denominados “Quislings” les condenaron a diversas penas, desde la muerte hasta el despojo de sus pertenencias, como sucedió al literato Hamsun. El ostracismo posterior al que fue sometido habla muy bien del amor a la Patria noruega por parte de sus hijos, pero no habiendo sido un territorio devastado, la semilla del nazismo no quedó completamente extinta. Así como en La Peste de Camus el microbio queda durmiendo en algún desván, la semila del nazismo quedó entre algunas personas que no vieron en esa ideología desde la óptica más generalizada, apoyándose en haber recibido beneficios de ella, bien durante la ocupación, bien en la posguerra comercializando chatarra.Veámoslo así: Alemania fue bombardeada para erradicar esta ideología y exhibidos sus dirigentes, en Noruega los daños físicos no fueron ni remotamente tan grandes; las heridas nio fueron tan traumáticas ni tan profundas. Ese virus tendría que aparecer nuevamente cuando los problemas laborales empezaron a aparecer en la sociedad noruega de fines del siglo XX. La primera década de este nuevo siglo ha traído un mayor desarrollo de esta ideología, apoyándose en la escasez de oportunidad laboral para los habitantes de Noruega, culpando a la mano de obra más económica del inmigrante. El neonazismo sigue siendo un problema que con alarmente regularidad aunque no en gran escala, se hace presente en el mundo. No es necesaria una desgracia nacional; en cualquier lugar basta una razón personal para que alguien desencadene una tragedia. Religión, raza, lenguaje, color. Todo es razón cuando domina la sinrazón. El problema que hoy enfrenta Noruega, estará latente en todo lugar donde haya juventud que no ve satisfechas sus expectativas, alimentándose con doctrinas que prediquen soluciones totales. Noruega no es ciega a el neonazismo y ha tenido que enfrentar este fenómeno dolorosamente. Roguemos por que las sociedades que cierran los ojos, no los tengan que abrir con un sobresalto equivalente, o mayor. Adrián Castañeda Fonseca

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