El uso de la palabra monitora, monitor, en esta colaboración se refiere a la definición: “Persona que ejerce como educador o guía de grupos infantiles o similares” (Google). El empleo, cada vez más frecuente, de personas —líricas o con estudios— para el apoyo de chicas y chicos con algún tipo de discapacidad, intelectual o física, se ha convertido en una verdadera panacea para ellos mismos y sus familias. La custodia y educación de las personas con discapacidad, por parte de los padres y en ciertos casos de los hermanos, es limitada, abrumadora y tiende a fatigar trasmitiendo un mensaje de fragilidad y preocupación mutua. F.Savater afirma: “Se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”. Ciertos tipos de discapacidad convierten a la persona que la presenta en altamente dependiente de terceros, agudizándose este fenómeno conforme pasa el tiempo, que según comprobamos a diario nunca falla en su tarea que es transcurrir. Al carecer nuestra sociedad de “Residencias” adecuadas —públicas o privadas— la presencia de monitora(e)s se torna más necesaria y frecuente. No hablamos de personas cuyo servicio y apoyo sea frío y artificial, todo lo contrario, se trata de personas convertidas en apóstoles del desprendimiento, de entrega incondicional, siempre actuando con la sinceridad de los buenos propósitos. Diría, por alguna(o)s que conozco, que son profetas que parecen haber llegado de mundos desconocidos, bautistas del amor.La fatiga lógica de los padres llega a confundir el cuidarlos con hacerlos vivir lo mejor posible, sobre todo con la mayor independencia en función de sus capacidades; pocas cosas en el mundo de las personas con discapacidad —ciertos tipos— tienen sentido y gracia en el abandono y la soledad. Hay responsabilidades propias de la familia que en determinado momento nos obligan a ponernos irremediablemente en las manos de los demás, aquí es donde entran monitora(e)s con buenos propósitos y logros efectivos, es, dicho de otra manera, tomar una decisión concreta para una necesidad concreta y sobre todo “especial”. El apoyo de otra persona no familiar revierte la alta posibilidad de la exclusión total de la persona con discapacidad, pensemos sobre todo en discapacidad intelectual y motriz.Monitora o monitor saca de la sima para elevar a la cima, por lo que llegado el momento no apoyarlos es considerarlos seres de segunda categoría. He tenido la oportunidad de conocer y tratar a monitora(e)s cuyo auxilio paciente y noble rescata de la zozobra y agitación a su prójimo. Sin apoyo, la persona con discapacidad tiende a ser excluida y esto ya es intolerable; debemos arribar al tiempo donde la exclusión debe considerarse como el pasado de su pasado, es decir fue, pero ya no es y nunca deberá ser. Admirar la imagen de un monitor y su protegido es ser testigos de una felicidad que provoca renacimiento.