La semana pasada en este espacio decía que el Presidente Peña y todos teníamos que entender que el conflicto con la próxima presidencia de los EU es inevitable y por ello teníamos que mover la primera pieza en esta guerra.Y la primera —que el sector empresarial tanto mexicano como norteamericano desde esta semana ya están construyendo con osadía y empuje en ambos lados, lo cual es explicable ya que por ejemplo 90% de las 500 principales empresas de EU, según la clasificación de “Forbes”, tienen intereses en México— era cerrar filas gremio con gremio, organizaciones civiles, universidades y demás, en ambos lados. Recordemos que la guerra contra Trump (que no con los EU) no es de carácter militar, sino legal, comercial, económico, racial, diplomático y geopolítico.También todos los gobiernos de todos los órdenes (incluyendo a nuestro órgano de inteligencia el CISEN) se tienen que coordinar entre ellos y con nuestros compatriotas de allá para garantizarles defensas adecuadas y medidas de protección a los mexicanos vulnerables de ataques por raza o por el gobierno. Pero esos son solo dos pasos de todo lo que se tiene que hacer, no olvidando que aquí va a haber juego sucio, patadas bajo la mesa y peleas callejeras donde casi todo se vale como mordidas y golpes en las partes nobles. Robando algunas ideas de Sun Tzu de su Arte de la Guerra, como en todo conflicto las cualidades del líder son fundamentales. Y aquí aunque parezca paradójico podemos tomar ventaja. La imprudencia, impulsividad, narcisismo visión de suma cero y muchas otras cosas de Trump lo señalan como mal líder que cometerá muchos errores. Por nuestra parte sabemos que el Presidente Peña entiende muy poco de estrategia, pero es sereno y racional. Eso puede ser una fortaleza si se rodea de puros estrategas expertos de primer nivel en negociaciones de tratados, economía, comercio internacional, migración etcétera, y que además les haga caso; a la vez que se presente y se asuma como lo debe ser, el comandante de la guerra no convencional que ya inició llamando a todos los mexicanos y apoyándonos para guerrear, planificando correctamente las batallas que le correspondan y complementar los esfuerzos de la iniciativa privada, colegios de profesionistas, sindicatos, instituciones educativas y en general organizaciones de todo tipo, hasta de la Iglesia Católica mexicana y la norteamericana.Además, tiene que dar órdenes claras —la ambigüedad presidencial debe desaparecer— y debe velar por incrementar su influencia en la opinión pública para ser respaldado. Por ello, urge un cambio drástico en casi todo el gabinete comenzando con la canciller y el secretario de Gobernación. Si no lo hacemos, la táctica o la operación prevalecerá sobre la estrategia (si es que hay) con lo cual perderemos mucho más en todas las materias. En otras palabras, jugaríamos a la reacción o a corto plazo, tal como hasta ahora lamentablemente lo ha hecho el gobierno. La próxima semana seguiré platicando sobre la estrategia contra Trump.Pero recordemos: La guerra es una extensión de la política.