Es una relación muy difundida la de hacer ver los peligros que acarrean los vicios, en especial, todo aquello que nos gusta y que consumimos en exceso. Pero que al final nos hace daño.Los especialistas están de acuerdo que hay que diferenciar un veneno de algo que es tóxico, aunque en realidad, muchos productos venenosos van a intoxicarnos. De hecho, en el idioma italiano a los drogadictos se les llama toxicodependendientes, porque extrañamente son dependientes de algo que a su vez es tóxico. Una dependencia algo rara, pues nos afecta y enferma a la vez que nos produce un placer. Lo cierto es que aunque se amenace de cosas terribles, que le pueden acontecer al que tiene una adicción, no le importa y sigue adelante con su insalvable dependencia.Este fenómeno de la mente humana es el que nos ocupa, ¿cómo es que puede suceder esto? Si en el caso de que nos avisan de un peligro social, de que anda un delincuente en la calle o de que puede venir un terremoto, inundación o cualquier tipo de cataclismo, somos capaces de hacer cualquier cosa para evitarlo, ¿Cómo es que no lo hacemos en cuestiones tan evidentes como la toxicidad de los productos a los que usualmente nos hacemos adictos o a las cosas que nos hacen tanto daño?La única explicación es que el adicto no cree que le pueda pasar algo, está convencido de que no le va a hacer daño, de que por más que siga consumiendo lo que sea, el placer es mucho más grande que cualquier amenaza que le puedan hacer creer.El presente, en este caso, es mucho más poderoso que cualquier cosa futura terrible que le pueda pasar. Queda en los posibles supuestos de lo que pudiera pasar, que es más probable que no pase.Con esa extraña visión, y hasta cierto punto equivocada, el adicto no se llega a convencer del daño que se hace a sí mismo y a los demás.El gusto y lo placentero son más poderosos que lo tóxico.¡Qué increíble!
