Viernes, 26 de Julio 2024

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Lujo, seguridad y arrogancia

Por: Sergio Oliveira

Lujo, seguridad y arrogancia

Lujo, seguridad y arrogancia

Juan y su esposa viajaban tranquilos con dirección al mar. Eran las primeras vacaciones de las que podían darse el lujo luego de algunos años de trabajo ininterrumpido. Para Juan era también una oportunidad de manejar en carretera el primer coche nuevo que había comprado. Se sentía feliz y orgulloso con los asientos de piel, el quemacocos, el sistema de manos libres Bluetooth y otros detalles de lujo con los que jamás había soñado que estarían en un auto que él pudiera pagar. Aún recordaba la expresión de admiración, incluso de una punta de envidia, que percibió en el rostro de sus amigos de trabajo cuando por primera vez llegó con él a la oficina. Conductor precavido y atento, manejaba a una velocidad prudente y ya traía los faros prendidos cerca de las siete de la tarde, justo antes de que oscureciera. Muchos ya lo habían rebasado y no le importaba, prefería estar seguro. Con esa tranquilidad se preparó para la siguiente curva hacia la izquierda y se pegó un poco más hacia la derecha de la carretera sin acotamiento en la que viajaba, al percibir el autobús en sentido contrario. Cuando vio el deportivo que rebasaba al camión de forma imprudente justo delante de sus ojos, sólo tuvo tiempo de girar un poco el volante hacia la derecha y tensar todos sus músculos ante el inevitable impacto. Fue lo último que vio en su vida.

Todos queremos crecer. Es natural que como seres humanos, tengamos instinto competitivo, busquemos siempre tener más y mejores puestos, sueldos, objetos. Con las empresas, dirigidas por hombres, obviamente ocurre lo mismo. Y al igual que los hombres, que en su lucha por la cima cometen errores de los que más tarde -en ocasiones- se arrepienten, con las compañías ocurre lo mismo.

En 2006, Toyota aún luchaba por la cima que hoy ostenta. En su intento por rebasar a General Motors, la compañía creció a una velocidad tan grande que la hizo perder el control en un aspecto fundamental, pilar de la marca de hecho: la calidad. Ellos reconocieron públicamente su error y se vieron ante la necesidad de contratar a cerca de 900 ingenieros, todos ya con experiencia, para trabajar por esa calidad que habían descuidado. Claro que el resultado de ese descuido sólo pudo ser visto algunos años más tarde y probablemente una de sus consecuencias haya sido el problema con los aceleradores que no dejaban de acelerar, ocurrido en 2009 y que llevó a la empresa a recoger a cerca de 12 millones de vehículos para reparar el problema.

Imagen y soberbia

Pese a ese tropezón, Toyota logró su objetivo. En 2008 ya era el mayor fabricante de autos del mundo, puesto que perdió momentáneamente para General Motors en 2011, debido al tsunami en Japón y a las inundaciones en Tailandia.

Hoy en el tope, Toyota puede estar sufriendo del mismo mal que produjo la caída de GM, que fue número uno por 77 años: la arrogancia.

Algunos de los productos de Toyota se han renovado de manera tímida, como Camry, Rav 4 y Corolla. Tan poco renovados fueron, que no estaban preparados para resistir a una prueba de seguridad inventada en 2012 por la Asociación de Aseguradoras de Estados Unidos, la IIHS (por sus siglas en inglés). La prueba, que consiste en un choque contra la esquina del auto, se diseñó como consecuencia de la observación de que 25% de los golpes frontales se daban en este ángulo. Que el Camry, renovado en 2011, haya tenido la calificación más baja, es comprensible para un auto puesto en el mercado antes de que existiera ese estudio. Pero que los modelos 2013 de Rav 4 y 2014 de Corolla hayan tenido calificaciones también malas (pobre y marginal, respectivamente), nos parece grave. Más aún cuando vemos que empresas como Mitsubishi y Subaru supieron responder a tiempo con las nuevas Outlander y Forester, que recibieron la máxima calificación posible en la misma prueba.

Hay al menos una señal positiva de la marca en ese sentido, al ver que la Highlander 2014 recibió una calificación considerada al menos aceptable, la segunda mejor calificación posible. Ojalá y esto signifique que Toyota no “perdió piso”, está reconociendo sus problemas y arreglándolos. Ojalá sus contratiempos también sirvan de ejemplo para otra marca que tiene la cima como objetivo y ya está en segundo lugar en el mundo: Volkswagen.

Con los consumidores nos pasa lo mismo. Queremos dar un brinco mayor de lo que podemos y esto nos lleva a comprar con la emoción y no con la razón. Muchas veces queremos un auto para presumir, para mostrar a los demás que somos “vencedores”, esa odiosa expresión estadounidense que divide al mundo en ganadores y fracasados, olvidando que todos son simplemente humanos.

Cuando María despertó, le tomó un rato descubrir que estaba en el hospital. Cuando finalmente logró articular algunas débiles palabras preguntó a la enfermera a su lado por su marido Juan. Cuando escuchó la respuesta no sabía que las lágrimas que comenzó a verter entonces no dejarían de hacerlo por el resto de su vida. Sí, muchas son por extrañar a su compañero, pero la mayoría llega por sentirse culpable de no haber luchado lo suficiente para convencer a Juan de comprar un auto seguro, en lugar de uno lujoso.

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