Claro, mientras escribo esto no conozco los resultados de las elecciones, estoy en clara desventaja frente a lo que ya saben los lectores de EL INFORMADOR. Pero para lo que voy a plantear no era necesario que ganara la demócrata Hillary Clinton o que llegara a la Casa blanca el impresentable candidato republicano Donald Trump.Porque además, al final, creo que lo importante sucedió durante la campaña, no en el cardiaco martes electoral. Lo que sucedió en los meses previos cambió la lectura que tenemos que hacer de la vida pública en cuatro frentes: la sociedad norteamericana, el sistema de partidos de Estados Unidos, la población mexicoamericana y México.Primero. La sociedad norteamericana se encontró de pronto, este año, protagonizando un capítulo de Black Mirror, la popular serie de Netflix que habla de la sociedad de redes. No importó que los grandes medios nacionales ridiculizaran a Donald Trump: las redes se encargaron de hacerlo caminar en los hombros de una población que por fin podía decir en voz alta que los malos estaban afuera y que un muro no era mala idea.Segundo. El sistema de partidos se puso a prueba. No sólo demostró que cualquier inexperto podía llegar a ser candidato, sino que mostró cómo podía usarse la históricamente poderosa maquinaria del partido republicano sin la bendición de sus militantes distinguidos. La maquinaria pasó a otras manos y fallaron los controles para que el piloto lleve el vehículo a la meta diseñada por la ideología partidista. Trump hizo lo que quiso con el partido.Tercero. La población mexicoamericana se encontró de pronto en medio de la arena política, una arena que habían despreciado por generaciones como un terreno ajeno que además no los había llamado a participar. En las elecciones anteriores, menos de 10 por ciento de esta población mexicoamericana participó en la conformación de los gobiernos y en el dibujo de la representación legislativa. Me refiero a la población que ya cuenta con el derecho al voto, evidentemente. Este año, pase lo que pase, esta comunidad construyó ciudadanía y su reto será fortalecer lazos con una representación legislativa que hasta ahora es prácticamente inexistente.México, por último, se volcó a ver la película norteamericana sin darse cuenta de que también era protagonista. Nuestros mecanismos habituales de relación gubernamental se ven anacrónicos a la luz del impacto que tendrá el nuevo gobernante estadounidense. Lo único que hizo el Gobierno federal fue invitar —en pésimas circunstancias y con actitud de tapete— al candidato Trump. Pero nuestros partidos políticos, nuestros vínculos comerciales, nuestros intereses empresariales, nuestros lazos familiares no se activaron más que para hacer mofa de un candidato odioso. Eso no sirve ni para establecer relaciones con Clinton ni para trabajar con un gobierno de Trump.Nota final: veo que va ganando el republicano. Ya vamos tarde en la preparación del escenario.