“Lloro todas la noches, me anticipo al dolor que de que me vaya, todo iba mejor hasta que este loco ganó. Una pesadilla de la que quiero despertar en cualquier momento”. De ese tamaño es la desolación que provoca la llegada del republicano Donald Trump, a la presidencia de Estados Unidos.Son las palabras que recibí en un correo de Gonzalo, padre de familia y vendedor de muebles que dejó su natal Tepatitlán, Jalisco, para intentar ofrecer una mejor calidad de vida a los suyos.Coincidimos en 2008 en la ciudad de Dallas, Texas, cuando buscábamos orientación migratoria en el consulado a cargo, en aquel entonces, de Enrique Hubbard Urrea. Sólo máquinas contestadoras recibían las llamadas. La atención al migrante era pésima y no extrañó que meses después el cónsul fuera removido por presuntos actos de corrupción: el funcionario permitía que trabajadores a su cargo obtuvieran ingresos extras abusando de las tarifas de la venta de fotografías para el pasaporte y fotocopias de documentos para trámites. De ese nivel era el encargado de auxiliar a los mexicanos en aquella ciudad.En días pasados, al ver las estrategias que realizará la Secretaría de Relaciones Exteriores para evitar que nuestros compatriotas sean víctimas de abusos y fraudes en la era Trump, fue inevitable pensar que aparentemente —ahora sí— se pondrán a trabajar. Deben y tienen que hacerlo cada uno de los diplomáticos en Estados Unidos para atender a más del 52 por ciento de los mexicanos que forman parte de los 11 millones de inmigrantes que se encuentran en situación ilegal. La ayuda que ofrezcan y las acciones que ojalá emprenda el gobierno federal —lástima de la escasez de verdaderos líderes—, serán clave para proteger este importante sector de México en el extranjero.Trump ha dicho que deportará a dos o tres millones de inmigrantes con antecedentes penales, también puede desaparecer el plan de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) que ofrece protección temporal a inmigrantes que ingresaron cuando eran niños y después se les otorgó un permiso de trabajo.Mientras llega la cacería, activistas y abogados de inmigración se preparan. El Fondo Mexicoamericano para la Defensa Legal y la Educación (MALDEF), alista impugnaciones de tácticas de deportación anticonstitucionales. Incumplir las enmiendas cuarta, quinta y decimocuarta que hablan de órdenes de registro para buscar personas, autoincriminación y la igualdad en la protección de los procesos de ciudadanía, configurarían los amparos.El pánico es parte del día a día de personas como Gonzalo. Litigantes y equipos jurídicos dicen que tanto inmigrantes y empleadores deben conservar la calma. Deportar es un proceso costoso y lleva tiempo. Los atrasos de hasta tres años en las cortes de inmigración son una muestra, pero tratándose de Trump todo puede ser posible.
