Viernes, 26 de Julio 2024

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La (in)utilidad de la glosa

Por: Jorge O. Navarro

La (in)utilidad de la glosa

La (in)utilidad de la glosa

En la dilatada liturgia cívica de la presentación de un informe de gobierno, no es suficiente el hecho de que el jefe del Poder Ejecutivo, en este caso el gobernador de Jalisco, envíe al Poder Legislativo (en el mismo caso, el Congreso local) su informe por escrito, y después organice una ceremonia para presentar en público su discurso. No, no basta con eso: falta la denominada “glosa legislativa”, que no es otra cosa que un intento malogrado en el que los diputados afirman que estudian lo que el mandatario dice que hizo con el dinero público y con el poder que las leyes le otorgan, para revisar si efectivamente cumplió su deber.

Sí, un mero intento. Eso es la glosa legislativa.

¿Por qué? Porque si algo queda claro es que el Congreso jalisciense es un poder fácticamente sometido al gobernador Aristóteles Sandoval por una razón evidente: su administración interna es un caos que apenas apunta a reglamentarse, y no tiene recursos ni siquiera para cumplir con lo que las leyes laborales disponen si los diputados tratan de despedir a muchos trabajadores que están de sobra. Dicho de otra manera, los legisladores dependen de que el mandatario quiera entregarles dinero para operar; ya lo hizo varias veces y lo hará de nuevo, a cambio de que el Congreso no pretenda obstaculizar sus proyectos.

Y no es que el gobernador sea el malo de la película. Lo que pasa cuando una persona acumula poder es que, de manera natural, se inclina a abusar de éste. Por eso es que se inventó la división de poderes, pero los actuales diputados recibieron una herencia maldita de varias legislaturas anteriores; si fueran diputados heroicos, emprenderían una tarea heroica para romper el círculo vicioso… pero no lo son.

Esa es la realidad. Y para casi nada sirve que si la mayoría de los legisladores está en la disposición de no cuestionar el desempeño del gobierno de Sandoval Díaz, los secretarios se presenten a informar cómo trabajaron en el primer año de su ejercicio.

Quizá haya algunos episodios anecdóticos, varios tropezones verbales, enfrentamientos dialécticos entre algunos secretarios y diputados que son enemigos políticos, pero nada más.

Encima, debe considerarse que los más de siete millones de jaliscienses pueden interesarse en uno y mil temas, ¿pero en la glosa legislativa? ¡Ja! ¿Para qué, si diputados y funcionarios públicos se han encargado durante años de convertir este procedimiento en un galimatías técnico y político que muchas veces ni ellos entienden?

Lo más cercano a un informe real fue el evento que se organizó el 4 de febrero en Palacio de Gobierno, en la llamada “glosa ciudadana”, un ejercicio inédito que tampoco beneficiará al jalisciense promedio si los cuestionamientos hechos por académicos y especialistas no se convierten después en correcciones de gobierno.

Se reconoce que el gobernador se expuso, libremente y por su propia voluntad, a que lo criticaran y le dijeran que muchos de sus supuestos logros todavía están a medio camino o de plano son puro discurso. Pero falta el siguiente paso: hacerle caso a los regaños.

Como dice la canción: por eso y muchas cosas más, la glosa no es ejemplo de utilidad.

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