Viernes, 26 de Julio 2024

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La dicha inicua de perder el tiempo

Por: Martín Casillas de Alba

La dicha inicua de perder el tiempo

La dicha inicua de perder el tiempo


La poesía es la demostración fehaciente de la existencia del hombre”, como lo aseguraba Luis Cardoza y Aragón y que viene a cuento ahora que ha fallecido José Emilio Pacheco (1939-2014), este hombre que se dedicó toda su vida a demostrar este postulado, dedicado en cuerpo y alma a expresar con palabras lo que iba descubriendo de tal manera que nos dejó un testimonio de su existencia con una buena obra publicada que, como bien aseguraba Shakespeare en el Soneto 55, brillará con mayor resplandor que las piedras polvorientas:

¡Ni el mármol, ni los dorados monumentos de los príncipes sobrevivirán a esta poderosa rima, pues brillarás con mayor resplandor en estos versos que en la piedra polvorienta y ennegrecida por el tiempo!

Más o menos son quince los libros más la antología Tarde o temprano. 1958-2009 (FCE, 2000) que si la leemos podremos confirmar cómo brillan con resplandor sus versos y esa vida dedicada a escribir en el silencio de su estudio.

Me voy como llegué; no perdí el tiempo, dijo el poeta y así lo publicaron en varios medios y, con eso en la cabeza, me quedé pensando si no es necesario perder el tiempo para escribir poesía y tratando de entender esto del oficio de poeta, lo conecto con otro poema que escribió Renato Leduc sobre la dicha inicua de perder el tiempo, y que es como termina el poema sobre la sabia virtud de conocer el tiempo; a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: dar tiempo al tiempo…  que de amor y dolor alivia el tiempo… Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,  amor de aquellos tiempos, cómo añoro la dicha inicua de perder el tiempo.

Añorar la dicha inicua de perder el tiempo como ese que creo le dedicó José Emilio para darle de vueltas a sus ideas y sentimientos hasta ponerlo en el papel como este que habla de El silencio y que dice:

La silenciosa noche. Aquí en el bosque / no distingo rumores, no, de ninguna especie. / Los gusanos trabajan. / Los pájaros de presa hacen lo suyo (seguramente), / pero no escucho nada. / Sólo el silencio que da miedo. Tan raro, / tan escaso se ha vuelto en este mundo / que ya nadie se acuerda de cómo suena…

Y encontramos en “Luvina” de Rulfo esto:

¿Qué es? —me dijo.

¿Qué es qué? —le pregunté.

Eso, el ruido ese.

Es el silencio.

Y así, la obra de Pacheco vista a través de este cristal múltiple perdura mucho más que los monumentos de piedra o de bronce y nosotros seguimos añorando perder el tiempo para ver si así le encontramos sentido a las cosas y a los sucesos.

Lo demás es silencio —dijo Hamlet antes de fallecer y esta frase la asociamos con Pacheco, Leduc y Rulfo y nos imaginamos que, efectivamente lo demás es el silencio que a veces consideramos más aterrador que la negra negritud.

Silencio en este bosque, en esta casa a la mitad del bosque. ¿Se habrá acabado el mundo? —como termina el poema «Geometría del espacio» de José Emilio que aparece en Los trabajos del mar (ERA, 1983) y aunque lo niegue, para escribir poesía hay que saber perder el tiempo para caminar por el bosque o imaginar que lo hacemos y poder asociarlo con el fin del mundo. Por eso, añoramos la dicha inicua de perder el tiempo.

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