“Dele, dele, nomás… con el garrote que le va a gustar”, dice el tema popular que, sospecho, está en el top 10 de Héctor Robles, munícipe e inquisidor de Zapopan. El señor Robles, me han contado, tiene capacidades y poderes que superan por mucho a los del hombre común. Robles sabe cuándo el espíritu de un hombre ha sido robado y está perdido en el éter. Pero no sólo eso: conoce los métodos para recuperarlo, devolver la cordura y regresar al cuerpo el perdido con nuevos valores como calma y honestidad. Basta con ponerle una madriza. La civilidad con sangre entra, parece pensar (que es un decir, porque eso no es pensar) el flamante muchacho que declaró a medios de comunicación, henchido el pecho de orgullo, que el promedio de bateo de la policía municipal en materia de jóvenes es de 70 por noche. El señorito declaró que los policías de su municipio en los operativos antipandillas detienen a un promedio de 70 jóvenes a macanazos, eso sí, con apego a derechos humanos. Me pregunto cómo diantres puede alguien dar un macanazo con apego a derechos humanos y pienso que, como Robles cree que los que se drogan dejan de ser personas, son animales y no merecen el cobijo de la ley, entonces darles un macanazo no es un asunto que viole ningún derecho. La indignación en redes que generó su desafortunada declaración llevó a Robles Peiro a pedir una disculpa. Entendamos lo que esto quiere decir. Robles hace una declaración desafortunada y horripilante que desnuda el gorilismo y la ignorancia con que opera. Vía redes sociales, la sociedad se indigna y el tema es retomado por medios nacionales. Acto seguido el equipo de asesores, horrorizado ante los macanazos virtuales que recibe el alcalde macaneador, le explican que pegarle a la gente está mal, que decir que los jóvenes son animales tampoco es muy digno de un edil. Le dan un micrófono y después de peinarlo con mucho gel lo sueltan a las cámaras para que diga “se me chispotió” y asunto arreglado. No hay ningún asunto arreglado, señores: el tema de Robles es de una seriedad, virulencia y ofensa mayor que el de la “Lady Profeco”. Un edil no puede resolver los problemas a macanazos y no basta una disculpa. Robles no puede lanzar a la policía a golpear jóvenes sospechosos de ser sospechosos, con absoluta impunidad. Debe recibir el castigo máximo de acuerdo a derecho, así de simple. Cualquier otra cosa sería dejarle cantar: “Le di, le di, nomás, con el garrote, y luego le gustó”.