Hace más de medio siglo surgió el esfuerzo auténtico de los sectores público y privado por emplear el cine como eficaz elemento difusor de la cultura mexicana, lo que adicionalmente habría de arraigar el sentido nacionalista con sincero aprecio a la identidad y consecuente dignidad. En ese proceso surgieron, no sin un plan orientador, figuras de la talla de Jorge Negrete, Lola Beltrán, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Javier Solís y tantos cuya memoria permanece en acetato y televisión en un intento orientador de valores propios. De Jorge Negrete, procedente de la ópera, como también lo fue el “muy agradecido” Pedro Vargas, se cuenta su original negativa a interpretar a un charro. Y la vida le dio lección con la película de su lanzamiento a la fama: Ay Jalisco no te rajes. El Charro Cantor, hasta su última grabación antes de partir al encuentro con la muerte en el Hospital Cedros de Líbano, California, enunció cantando: “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí”. Se cumplieron casi 50 años de la muerte de Negrete: Así se quiere en y a Jalisco, fortaleciendo los sentimientos con apego a principios de valor y esfuerzo propagados por el cine mexicano. El violento ritmo de la dinámica audiovisual también abre espacios a orígenes, que particularmente en Jalisco y Guadalajara, nos deben conducir a la coincidente coincidencia de fomentar inquietudes de identidad en las nuevas generaciones de cineastas innovadores. El talento es inagotable, está demostrado y reconocido. Hay demasiados elementos para diferenciar y formular una buena diversión cinematográfica, que, sin caer en el romanticismo estéril, permite estimular la observación de lo pasado y sus valores que fueron tránsito al maravilloso presente. Dios nos guarde de la discordia.